Por: Arnaldo Aguilar Dorta
El impacto negativo
que logró la contrarrevolución madurista en el espíritu de organización y lucha
del pueblo chavista no es de subestimarse, es devastador. El chavismo fue hasta
la muerte de Chávez una ola histórica de emociones sobre la cual se sostenía el
proceso de cambios, sin embargo, el chavismo no dejó de ser (y hasta ahora
sigue siendo) solo un sentimiento y anhelo profundo de cambios de un pueblo,
pero nunca fue un partido. Lo que el chavismo tampoco supo, y al parecer como
que lo ignoraba el mismísimo Chávez, era que en su propio seno se anidaba el
partido de la contrarrevolución.
Y para completar la
devastación en el estado de ánimo del pueblo, hay que sumar la traición de la
que fue víctima el otro sector de la población, el pueblo opositor por parte de
sus dirigentes progringos generando asimismo en este sector de la población
fuertes sentimientos de frustración y minando su credibilidad en la política
como salida a su situación de empobrecimiento
En resumen, el
pueblo venezolano fue divido simplemente en dos toletes para servir de base social
para que dos clases políticas que han acumulado riqueza delincuencialmente se
mantengan en el poder mientras las grandes mayorías populares se hunden en el
empobrecimiento, la desigualdad y privadas de los derechos más elementales. Y
estas últimas, seguirán en esa situación hasta tanto no se erijan en esa
poderosa fuerza política que almacenan para cambiarlo todo en bien de todos.
Hasta ahora ese 80%
se mantiene reducido a una inmensa masa de descontentos que tiene en el diario
sobrevivir su propio "Muro de los Lamentos" para desahogarse, pues no
tiene, o dicho más correctamente, no se ha hecho con la metodología adecuada
para autoorganizarse como la fuerza política mas poderosa que pudiera actuar en
el escenario nacional y cambiar radicalmente el rumbo de la historia en
beneficio de toda la sociedad.
Mientras tanto,
electoralmente las cosas están más o menos así. En el PSUV el candidato es
maduro y no se discute, y quien se atreva a cuestionarlo es acusado de sabrá
Dios (dado) de qué, porque eso de la democracia participativa y protagónica fue
sofocada en ese partido, ya que la misma "se presta para hacerle el juego
al enemigo". Del lado de la oposición progringa, que es como decir la otra
cara del gobierno, la situación es verdaderamente trágica, eso ya está cantado,
se montará una mampara, habrá más de cuatro candidatos plegados a los designios
del madurismo.
Ahora bien, lo
cierto es, que entre maduro y los candidatos de la oposición, a duras penas,
reunirán a su favor un 20% de los votos, de un total de 21 millones. Es decir,
maduro tiene el 8% que es más o menos 1.680.000 votos, de ahí no sube lo que
puede es bajar. Y el otro 12% que completa el 20%, equivale a unos 2.520.000 de
votos, para repartírselos entre los cuatro o cinco candidatos de la oposición
progringa. Es decir, maduro seguiría en el poder con el pírrico 8%. ¿Cómo se
puede gobernar así, no se sabe?
¿Qué significan
políticamente estos números? Que ni el madurismo y mucho menos la oposición
progringa no cuentan hoy con el consenso democrático del pueblo venezolano para
seguir al frente del gobierno, porque son una clase política oligárquica, que
ha actuado contrario a los intereses colectivos del pueblo y el país. Pero aun
así, el madurismo seguirá gobernando porque el 80% de descontento no ha
conseguido transformar el lamento en organización política.
La otra lectura de
la realidad política venezolana, es que el madurismo desplazó a los partidos de
la oposición progringa como los otroras partidos favoritos del sistema
proimperialismo norteamericano y del sindicato de los explotadores;
fedecámaras. Ese lugar lo ocupa ahora el madurismo, la fracción
contrarrevolucionaria más exitosa que logró derrotar temporalmente a la
revolución bolivariana y con ella los sueños de los empobrecidos.
Si hoy, imaginando
un escenario idealmente democrático, el pueblo libremente escogiera sus
opciones electorales, todos los candidatos del madurismo y de la oposición
progringa serían rechazados, el pueblo seleccionaría a sus propios voceros, por
ejemplo, a una María Alejandra Díaz. Pero la realidad concreta es que para que
eso llegue a ocurrir el 80% debe constituirse en una fuerza política, es decir,
el pueblo debe forjar su propio partido, con un programa que reúna sus
reivindicaciones históricas, tal como se definen en el Proyecto Nacional Simón
Bolívar, debe educar su propio pensamiento socialista liberador y democrático,
debe establecer toda una concepción estratégica del poder, de lo contrario
estará condenado a lamentarse por siempre en su propio muro de los lamentos,
sin la capacidad de determinar el futuro que desea.
Por supuesto que
plantearse la autodeterminación jamás ha sido fácil, pero peor es no intentar
hacerlo, no importa que cometamos errores, ni que tengamos defectos, la virtud
radica en desplegar toda la voluntad de deseos de liberación de la cual seamos
capaces, aquí la construcción del camino se convierte en un proceso de
enseñanzas, y si tenemos que regresar a repetirlo tanta veces sea necesario hay
que hacerlo hasta que nos salga bien. Nadie ha dicho que la lucha por vivir
mejor es una cosa fácil de lograr, pero aun con todo lo difícil y riesgoso debe
hacerse, al menos que decidamos vivir en la indignidad de ser unos esclavos
voluntarios.
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