Por: Isabel Cerdá- tomado de información obrera- España- Maracaibo 13-01-2021
En
el Capitolio, conocido como «templo de la democracia estadounidense», en la
capital federal de los Estados Unidos, Washington, el 6 de enero ha corrido la
sangre: ¡cinco muertos, uno de ellos un policía! Se han reunido decenas de
miles de manifestantes, convocados por Trump, procedentes de todo el país, para
oponerse a la certificación de Biden por el Congreso. Esos electores de Trump
son en muchos casos parados, obreros desclasados y miembros de la pequeña
burguesía pauperizada, desesperados e indignados contra las élites de
Washington. Una parte de los manifestantes han ido al Capitolio.
Varios centenares de ellos, supremacistas
blancos, complotistas de Qanon, milicianos de extrema derecha, desbordando a la
policía, han entrado por la fuerza dentro del edificio, irrumpiendo en plena
sesión del Congreso y obligando a los senadores y diputados a abandonar el
Capitolio. Tras una interrupción de seis horas, el Congreso ha certificado con
urgencia la victoria de Biden. En su declaración, Biden ha llamado a la unidad.
Ha tendido la mano a los republicanos. El 7 de enero, Trump ha tenido que
denunciar los actos violentos, reconociendo su derrota, y ha asegurado que
sería parte integrante de la transición pacífica con la nueva administración.
La fractura, antigua y abiertamente revelada
en la elección de Trump, no deja de desgarrar aún más hondamente a los Estados
Unidos. Más de ochenta millones de estadounidenses votaron a Biden, pero el
Partido Demócrata se había dividido ya en las primarias con la candidatura de
Sanders, a la que más tarde renunció. Sanders hizo campaña sobre algunas
cuestiones cruciales para la mayoría: sistema sanitario público, salario mínimo
de quince dólares la hora y enseñanza superior gratuita. Biden es favorable a
una política de compromiso, apoyo a las grandes empresas y defensa del lugar de
los Estados Unidos en el sistema mundial. Los que votaron a Biden, mañana se
verán confrontados a su política. Ya ha indicado, por ejemplo, que no es
favorable a la Seguridad Social pública para todos.
El
Partido Republicano sale desgarrado de lo sucedido el 6 de enero en el
Capitolio. Está en vías de implosión, con la proliferación de fracciones en su
seno que se enfrentan vigorosamente. Las instituciones estadounidenses están en
crisis y especialmente el bipartidismo, forma clásica de la dominación política
estadounidense, herido de muerte.
Pero la crisis abarca a toda la sociedad
estadounidense. Los trabajadores quieren que se adopten medidas sociales
urgentes, en particular en el terreno sanitario y en la cobertura del paro,
pero también en lo relativo a la violencia policial y la situación de los
negros (Biden rechazó enérgicamente la consigna «Defund the police», reducir la
financiación de la policía, que surgió en las manifestaciones Black Lives
Matter de este verano).
En el contexto de crisis social y económica
provocada por la Covid, esas reivindicaciones chocarán muy pronto con la
política del gobierno Biden. Esta situación de crisis en los Estados Unidos no
es americana sino mundial, dado el lugar que ocupa el imperialismo
estadounidense. Todos los gobiernos a escala mundial son presa del pánico,
estando ellos mismos en crisis, porque se trata del lugar del imperialismo
dominante, y por lo tanto, del «orden» mundial. Pánico seriamente agravado por
lo que se esboza en los Estados Unidos: la polarización con las milicias de
extrema derecha, por un lado, y, por otro, la irrupción masiva de
manifestaciones de jóvenes, negros, latinos, sindicalistas.
Desde hace tres años aumenta el número de
huelgas en Estados Unidos. En pleno período de elecciones presidenciales, los
obreros de los astilleros de Maine, que fabrican los navíos de la Navy,
arrancaron con su huelga un contrato colectivo más favorable que el propuesto
por la empresa. Al mismo tiempo, las manifestaciones Black Lives Matter han
propiciado la unión entre una capa de militantes sindicalistas, jóvenes y los
negros estadounidenses. Esas movilizaciones se produjeron con la oposición de
las direcciones de AFL-CIO, comprometidas en el apoyo a Biden, pero muchos
sindicatos y sindicalistas estaban presentes en ellas. Esas movilizaciones en
los Estados Unidos son una expresión concentrada de toda la situación mundial,
y ponen de nuevo en el centro el lugar del proletariado estadounidense en la
lucha contra el imperialismo
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