Por: José Mendoza, Maracaibo 24-06-2020
Pandemia y explotación
El pasado 1ro de mayo bajo la perspectiva de la pandemia del Covic-19
resultó ser paradójico e imponentemente vigente en su espíritu originario, dado
que la actual situación por su carácter transversal en los cinco continentes
logra mostrar una radiografía de la medula de las contradicciones y tensiones
derivadas de la crisis de la economía capitalista mundializada. En el centro de
esta crisis están las necesidades de millones de seres humanos y la
ratificación contundente de la centralidad del mundo del trabajo y de la lucha
de clases.
Las necesidades de la humanidad salen de las sombras
En pleno siglo XXI, en el punto más alto de desarrollo de las
capacidades tecnológicas, la pandemia expone el divorcio absoluto entre las
necesidades de la humanidad y las del capital. La insuficiencia de simples
mascarillas en antiguas potencias imperialistas refleja una paradoja. En el
caso de Francia, hace
diez años, las reservas del Estado francés contaban con 1 000 millones de
mascarillas quirúrgicas y 600 millones de mascarillas de tipo FFP2. Hoy quedan
80 millones, cuando sólo el personal hospitalario necesita millones cada
semana. En estados Unidos el personal de salud se ha manifestado por
insuficiencia de mascarillas.
Frente a esta pandemia del Covid-19, «3
000 millones de seres humanos carecen incluso de las herramientas básicas para
protegerse, agua corriente y jabón», advierte un informe de expertos de
Unicef. «Mientras que el virus avanza
hacia los países con bajos recursos, nos preocupa mucho el impacto que podría
tener en poblaciones donde el índice de prevalencia del VIH es importante, o en
niños mal nutridos», alerta la dirección de la OMS.
En Europa, dependiendo de
los países, hay entre 3 y 7 médicos por cada 100.000 habitantes, según un
estudio de la OMS. 0,8 en India y Sudáfrica, y ninguno en muchos países
africanos. Siendo el mínimo estricto según la Organización Mundial de la Salud
(OMS) 20 médicos por 100.000 habitantes, es decir, un médico para 5 000
personas, lo que tampoco es mucho. En
África subsahariana, el número de médicos por 100.000 habitantes ¡es entre 3 y
5! La mitad de las mujeres que mueren cada año en el mundo por complicaciones
en un embarazo o un parto son africanas.
En Zimbabue, siempre
según la OMS, el hospital de la capital dispone de 300 camas, 3 de ellas de
reanimación, todas ocupadas ya.
Afganistán dispone en
total de 30 respiradores para 42 millones de habitantes. El paludismo,
enfermedad curable, mata cada año a medio millón de personas, en su mayoría en
África. En 2004, a propósito de la cumbre de Kioto sobre el clima, Richard
Tren, director de la asociación Africa
Fighting Malaria, declaraba:
«Mueren porque son demasiado pobres para disponer de medicamentos.
Mueren porque los gobiernos de los países ricos no quieren financiar medidas
que salvarían vidas, como pulverizar con insecticida las casas, porque esos
gestos no son conformes a la idea que se hacen de la “sostenibilidad
medioambiental”. El paludismo es una enfermedad compleja, pero el mejor remedio
para los habitantes de las zonas infectadas es escapar a la pobreza. El tratado
sobre el calentamiento global y el protocolo de Kioto no les serán de ninguna
ayuda.»
El desmantelamiento masivo de los sistemas púbicos de salud –donde los hay-
que deja en condición de vulnerabilidad a millones de seres humanos es fruto de
la desquiciada tendencia de flexibilización y desregulación orquestada por el
fondo monetario internacional bajo los dictámenes del imperialismo
norteamericano como parte de su voraz cruzada por empujar a toda la civilización
hacia una regresión barbárica. De esta forma la humanidad ve amenazada su
existencia bajo el carácter despótico del criterio unilateral del capital que a
toda costa salvaguarda el beneficio como único fin legítimo, en detrimento de
las necesidades reales de quienes son expropiados de todo a cambio (en el mejor
de los casos) de un salario, o de su sola promesa.
«La verdadera barrera de
la producción capitalista es el capital mismo: el capital y su valorización por
él mismo aparecen como punto de partida y punto final, motor y fin de la
producción; la producción no es más que una producción para el capital y no a
la inversa» (Marx, El
Capital)[1].
Con pandemia o sin pandemia… “Si no trabajo no como”
La directora del FMI señala que “la pandemia del coronavirus ha llevado
a la economía mundial a la recesión”. Negando explícitamente de esta forma
cualquier antecedente de la crisis capitalista. Ya se sabe que ante cualquier
“relentización” de la economía la principal variable de ajuste siempre será la
fuerza de trabajo. En este sentido la OIT estima que la epidemia de COVID-19
podría cobrarse casi 25 millones de empleos en el mundo.
La aplicación de la cuarentena
social que cada estado-nación puede aplicar frente a la pandemia, trae como
consecuencia fundamental: la paralización de las actividades (principalmente de
los sectores “no esenciales”), lo cual bajo el régimen de propiedad privada de
los medios de producción deriva en la aplicación de la suspensión de las
obligaciones reciprocas entre patronos y trabajadores. De esta forma se nos
muestra una fotografía de la relación de explotación que supone el sistema
capitalista. Si tomamos en cuenta que las políticas fondomonetaristas han conducido
a un proceso de flexibilización y desreglamentación en el que se han perforado
los marcos de los estados nación, que aun en detrimento de su soberanía vienen
desmantelando en mayor o menor grado pero de forma progresiva los diversos
sistemas de protección social, las cargas impositivas al capital para
asistencia social, los sistemas de seguridad social, los sistemas de pensiones,
y hasta los marcos de contratación colectiva, todo en aras de la reducción del
gasto social y el abaratamiento del coste de trabajo, nos encontramos en una
situación de fragmentación social en la cual cada trabajador acude al mercado
en condición de competidor con su fuerza de trabajo como su única “mercancía”.
Por otro lado, gobernantes como
Trump y Bolsonaro simplemente ponen en entre dicho de forma irracional la
opción de la cuarentena social ante el predominio del máximo beneficio de los
capitalistas, lo cual traería como resultado lanzar a los trabajadores al
riesgo de contagio a consecuencia de perder sus puestos de trabajo, lo que
devela el carácter despótico de la dependencia salarial (relación de
explotación)
La actual situación no hace más
que acentuar la condición de millones de personas que solo poseen como medio de
subsistencia su fuerza de trabajo, resaltando el carácter universal de la
explotación bajo el régimen de propiedad privada de los medios de producción.
Según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT): 2. 000
millones de personas trabajan en el sector informal y precario, es decir, el 60%
de la población activa del mundo. ¿Cómo sobrevivirán estos 2.000 millones de
personas frente la cuarentena que trae la pandemia?
La “privilegiada” condición de los asalariados en este marco se ve
determinada por el feroz ataque a las contrataciones colectivas y por el
proceso continuo de flexibilización y desregulación en aras de abaratar el
coste de trabajo. En Estados Unidos se han
apuntado al paro diez millones de norteamericanos durante la pandemia, de igual forma los convenios colectivos en este país –cuando los hay-
se aplican empresa a empresa, resultando que el 25% de los asalariados no
tienen derecho a permisos por enfermedad. Llegan incluso al 42% en el sector
servicios, en particular en la restauración, y al 33% en la industria. Y,
evidentemente, la población más golpeada es la de los pobres, los negros y los
latinos.
Los términos formales de la explotación.
La pandemia demuestra que no existe red de seguridad para estos millones
de trabajadores que son lanzados a la miseria en medio del actual caos, más
varios cientos de millones de personas que siguen descendiendo en los umbrales
más oscuros de la precarización. Solo deberes y ningún derecho para millones y
solo derechos sin deberes para una minoría. En la relación de explotación si no
me das no te doy, solo eso cuenta, la mera transacción de mercado. Pero, ¿cuáles
son los civilísimos términos de esa transacción?
Las obligaciones reciprocas entre patrones y trabajadores refieren los
términos generales de lo que se entiende como relación laboral, en la cual
sobre un sentido de contraprestación el trabajador está obligado a trabajar bajo subordinación
en las tareas que de su oficio se requieran, poniendo a disposición a los
intereses del patrón su fuerza de trabajo bajo la modalidad que se pueda
presentar (trabajo físico o intelectual),
y por el otro lado el patrón está obligado a cancelar un salario al
trabajador por su trabajo (remuneración).
Una mirada simplista de las obligaciones reciprocas entre patrones y trabajadores
refieren los términos de una transacción normal y corriente: (A) da el trabajo
y (B) da el salario. Esta perspectiva reduce la relación laboral a un contrato
cualquiera, dándole al trabajo el carácter de una mercancía. Bajo la lógica de
un contrato en estos términos la prerrogativa fundamental que ampara a los individuos
y que se constituye por el derecho civil es la autonomía de la voluntad de las
partes (lo convenido por las partes es ley entre las mismas), esta prerrogativa
se establece sobre el supuesto de que ambas son iguales ante la ley (Igualdad
Formal), y que por lo tanto están en igualdad de condiciones y por ende pueden
convenir sin más limitaciones en sus relaciones como particulares en una
sociedad en la cual existe la libertad de los individuos frente al estado (
Liberalismo Burgués).
Ahora bien, si partimos de esta
inferencia y las relaciones laborales se limitan a estos términos en el marco
de un mercado globalizado en donde la libre competencia es credo fundamental
¿Cuál sería la relación entre asalariados? y ¿bajo qué condiciones acudirían al
libre mercado como oferentes de su único medio de subsistencia (que no es otro
que el trabajo como mercancía)? Más importante aún, en una situación como la
pandemia que pone de relieve las necesidades de la mayoría ¿existen hoy
responsabilidades para el capital?
Comentarios
Publicar un comentario