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100 años del asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht






Cortesía : otrabalho .Brasil... Maracaibo 15-1-2019
En este día 15 de enero se cumplen 100 años de los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Karl Liebcknecht, dos de los más importantes revolucionarios en la historia de la lucha del proletariado internacional.
Militantes destacados de la socialdemocracia alemana, rompe con el SPD con el anuncio del apoyo de este partido a la deflagración de la Primera guerra mundial. Karl Liebknecht es el único diputado del SPD en votar contra los créditos de guerra. Rosa es presa por la agitación contra la guerra, al proponer la unidad de la clase trabajadora internacional, la confraternización de soldados.
Ambos fundan la liga Espartaquista y luego el Partido Comunista alemán. Fueron asesinados por las Freikorps, tropas paramilitares anti comunistas, que actuaron bajo el gobierno social demócrata en la república de Weimar.
En homenaje a ambos presentamos abajo el texto de Rosa Luxemburgo en que ella discurre sobre el socialismo, publicado por primera vez en el diario de la Juventud Comunista a principios de diciembre de 1918 (pocos días antes de su muerte), en los días de agitación revolucionaria que sacudían Alemania.

LA SOCIALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD - ROSA LUXEMBURO (DICIEMBRE DE 1918)
La revolución del proletariado, que acaba de comenzar, no puede tener ningún otro fin ni ningún otro resultado sino la realización del socialismo. Ante todo, la clase obrera debe intentar obtener todo el poder político estatal. Pero para nosotros, los socialistas, el poder político es sólo medio. El fin para el cual necesitamos utilizar el poder es la transformación radical de la situación económica como un todo.
Hoy, todas las riquezas, las mayores y mejores tierras, las minas y empresas, así como las fábricas, pertenecen a unos pocos terratenientes y capitalistas privados. La gran masa de los trabajadores, por un arduo trabajo, recibe sólo de esos terratenientes y capitalistas un parro salario para vivir. El enriquecimiento de un pequeño número de ociosos es el objetivo de la economía actual.
Esta situación debe eliminarse. Todas las riquezas sociales, el suelo con todos los tesoros que alberga en el interior y en la superficie, todas las fábricas y empresas, como propiedades comunes del pueblo, necesitan ser sacadas de las manos de los exploradores. El primer deber de un verdadero gobierno obrero consiste en proclamar, a través de una serie de decisiones soberanas, los medios de producción más importantes como propiedad nacional y en ponerlos bajo el control de la sociedad.
Sólo entonces comienza propiamente la tarea más difícil: la construcción de la economía en bases totalmente nuevas.
Hoy, en cada empresa, la producción es dirigida por el propio capitalista aislado. ¿Qué y cómo debe ser producido, cuándo y cómo las mercancías fabricadas deben ser vendidas es el empresario quien determina. Los trabajadores jamás cuidan de eso, ellos son sólo máquinas vivas que tienen que ejecutar su trabajo.
En la economía socialista todo eso debe ser diferente. El empresario privado desaparece. La producción no tiene como objetivo enriquecer al individuo, sino proporcionar a la colectividad, medios de satisfacer todas las necesidades. Por consiguiente, las fábricas, las empresas, las explotaciones agrícolas deben adaptarse a una visión totalmente nueva:
Primero: si la producción debe tener por objetivo asegurar a todos una vida digna, proporcionar a todos alimentos abundantes, vestuario y otros medios culturales de existencia, entonces la productividad del trabajo necesita ser mucho mayor que hoy. Los campos necesitan suministrar mayores cosechas, en las fábricas necesita ser utilizada la más alta técnica; cuando a las minas de carbón y mineral, sólo las más rentables necesitan ser explotadas, etc. Se sigue de ahí que la socialización se extenderá, ante todo, a las grandes empresas industriales y agrícolas. No necesitamos ni queremos sacar la pequeña propiedad al pequeño agricultor y al pequeño trabajador que, con su propio trabajo, vive penosamente de su pedazo de tierra o de su taller. Con el tiempo,
Segundo: para que en la sociedad todos puedan gozar del bienestar, todos necesitan trabajar. Sólo quien ejecuta trabajo útil para la colectividad, tanto trabajo manual, como intelectual, puede exigir de la sociedad medios para la satisfacción de sus necesidades. Una vida ociosa, como hoy llevan la mayoría de las veces a los ricos exploradores, acaba. La obligación de trabajar para todos los que son capaces, excepto naturalmente los niños pequeños, los viejos y los enfermos es, en la economía socialista, una cosa evidente. Cuando a los incapaces de trabajar, la colectividad necesita simplemente tomar cuenta de él -no como hoy, con limosnas miserables, sino por medio de alimentación abundante, educación pública para los niños, buena asistencia médica pública para los enfermos, etc..
Tercero: desde el mismo punto de vista, es decir, del bienestar de la colectividad, es necesario que los medios de producción, así como las fuerzas de trabajo sean inteligentemente administradas y ahorradas. El desperdicio, que ocurre hoy a cada paso, necesita acabar.
Así, naturalmente, hay que suprimir la industria de guerra y de munición en su conjunto, pues la sociedad socialista no necesita armas asesinas. En vez de eso, es necesario que los valiosos materiales y la fuerza de trabajo allí empleados sean utilizados para producir cosas útiles. Las industrias de lujo, que hoy producen todo tipo de futilidades para los ociosos, así como la crianza personal, también necesitan desaparecer. Toda la fuerza de trabajo puesta en ello encontrará ocupación más útil y más digna.
Si de esta manera creamos un pueblo de trabajadores, en que todos trabajen para todos, para el bienestar y el beneficio colectivos, entonces, cuarto: el propio trabajo necesita adquirir una configuración enteramente diferente. Hoy en día, el trabajo, tanto en la industria, como en la agricultura o en la oficina, es la mayoría de las veces una tortura y una carga para el proletario. La gente va al trabajo porque es necesario, de lo contrario no lograrán medios de subsistencia. En la sociedad socialista, donde todos trabajan juntos para su bien propio bienestar, es necesario tener la mayor consideración por la salud y el placer de trabajar. El tiempo de trabajo reducido, que no supere la capacidad normal, los lugares de trabajo sanos, todos los medios para el descanso y el trabajo necesitan ser introducidos,
Pero para todas las grandes reformas es necesario el material humano correspondiente. Hoy detrás del trabajador, esta el capitalista con su látigo-en persona, oa través de su contra-maestro o capataz. El hambre arrastra al proletario para trabajar en la fábrica, en la gran propiedad o en la oficina. El empresario cuida entonces para que el tiempo no sea desperdiciado, para que el material no sea estropeado, para que sea provisto trabajo bueno y competente.
En la economía socialista se suprime el empresario con su látigo. Aquí los trabajadores son hombres libres e iguales, que trabajan para su propio bienestar y beneficio. Esto significa trabajar celosamente por su cuenta, por sí mismo, no desperdiciar la riqueza social, proporcionar el trabajo más honesto y puntual. Cada empresa socialista necesita, naturalmente, de un dirigente técnico que entienda exactamente del asunto, que establezca lo que es más necesario para que todo funcione, para que sea alcanzada la división del trabajo más correcto y el más alto rendimiento. Ahora bien, esto significa seguir estas órdenes de buena voluntad, en su totalidad, mantener la disciplina y el orden, sin provocar fricciones ni confusiones.
En una palabra: el trabajador de la economía socialista necesita mostrar que también puede trabajar celosamente y ordenadamente sin el látigo del hambre, sin el capitalista y sus contra-maestros detrás de la espalda, que puede mantener la disciplina y hacer lo mejor. Para ello es preciso auto-disciplina interior, madurez moral, sentido de dignidad, todo un renacimiento interior del proletario.
Con hombres perezosos, livianos, egoístas, irreflexivos e indiferentes no se puede realizar el socialismo. La sociedad socialista necesita de hombres que estén en su lugar llenos de pasión y entusiasmo por el bienestar colectivo, totalmente dispuestos al sacrificio y llenos de compasión por el prójimo, llenos de coraje y tenacidad para atreverse lo más difícil.
Pero no necesitamos esperar casi un siglo o una década hasta que tal especie de hombres se desarrolle. Precisamente ahora, en la lucha, en la revolución, las masas proletarias aprenden el idealismo necesario y adquieren rápidamente madurez intelectual. También necesitamos coraje y perseverancia, claridad interna y disposición al sacrificio para continuar la revolución hasta la victoria. Recogiendo buenos combatientes para la actual revolución, creamos futuros trabajadores socialistas, necesarios como fundamento de un nuevo orden.
La juventud trabajadora, sobre todo, es llamada a esta gran tarea. Como generación futura, formará con toda certeza el verdadero fundamento de la economía socialista. Ella tiene que mostrar ya, como portadora del futuro de la humanidad, que está a la altura de esa gran tarea. Hay todo un viejo mundo aún por destruir y todo un nuevo mundo a construir. Pero nosotros conseguiremos, jóvenes amigos, ¿no es verdad? ¡Nosotros conseguiremos! Como dice el poema:
No nos falta nada, mi mujer, mi hijo, a no ser todo lo que crece a través de nosotros, para ser libres como los pájaros: nada, a no ser tiempo.

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