Por Ángel Tubau.
Tomado
n.º 463 de Información obrera , Tribuna libre de la lucha clases y órgano del POI (Francia)
En vísperas de las elecciones
a la Asamblea Nacional Constituyente convocada
por el go- bierno de Nicolás
Maduro, y que tendrán
lugar este domingo
30 de julio, se lanzan contra el gobierno venezolano las amenazas
de Donald Trump y de todos los gobiernos, instituciones, fuerzas políticas y medios de comunicación a sus
órdenes.
Los violentos enfrentamientos en curso
en el seno de la nación venezolana, desde hace meses, entre partidarios del
gobierno y la llamada “oposición democrática”, guardan una relación directa con
la crisis que afecta a todo el continente americano, en particular debido a la ofensiva del gobierno estadounidense para mantener y acrecentar el orden imperialista en todo el continente agravando
el saqueo de las riquezas
de los pueblos de la región. Frente a esta ofensiva,
hay resistencia en todos los países, especialmente en el Brasil,
donde el gobierno golpista de Temer ha hecho promulgar contrarreformas importantes (véase el Informations Ouvrières de
la semana pasada).
El domingo 16 de
julio, la “oposición democrática”, reunida alrededor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), compuesta por los cuatro principales partidos de la oposición, que defienden los intereses de la oligarquía venezolana y están íntimamente
ligados a los intereses del gobierno norteamericano, organizó un supuesto plebiscito llamando a la gente a
pronunciarse contra las elecciones a la
Asamblea Nacional Constituyente.
El jueves
20, incluso
han convocado
una su-
puesta huelga general que no
ha afectado
a la producción, pero paralizó
los centros
de las
ciudades por la acción de grupos de delincuentes extremadamente
violentos y decididos. Intentaban repetir la
misma operación el jueves y viernes de esta semana.
El estrangulamiento de Venezuela, organizado desde hace mucho tiempo
Fundamentalmente desde la muerte del presiden- te Hugo Chávez a finales de 2012 y la elección de Nicolás Maduro en abril de
2013, se organizó una amplia
campaña de boicot
y de sabotaje contra el
gobierno, sobre todo, por parte de las grandes cadenas privadas
de distribución que organizaron la escasez en todos los barrios
populares. La caída organizada del precio del petróleo buscaba
también socavar a ese gobierno que había tomado
medidas, aun limitadas, de defensa de la soberanía nacional y de ruptura con el
capital financiero y el imperialismo.
Rápidamente, el objetivo declarado de la
“oposición”, siguiendo descaradamente las con- signas del gobierno
estadounidense, fue derribar el régimen y derogar la Constitución de 1999.
Ésta, producto de las elecciones a una Asamblea Constituyente en julio de 1999,
había sido un primer paso significativo del régimen de Hugo Chávez. En el marco
de esa Constitución, se reforzó la propiedad nacional del petróleo y del
conjunto de materias primas. También en el marco de esa Constitución se
elaboraron y aprobaron varias leyes orgánicas, fundamentalmente la LOTT (Código
Laboral), en 2012, antes de la muerte de Hugo Chávez, que contiene conquistas
equivalentes a los códigos laborales europeos.
Es evidente que el gobierno de Nicolás
Maduro ha tratado de orillar el boicot de la oligarquía constituyendo una
extensa red paralela de asistencia destinada a las capas más desprotegidas de
la población.
Desde hace más de cien días, la
“oposición” ha pasado a una fase superior de la ofensiva contra el régimen, con
manifestaciones diarias, relativamente pequeñas numéricamente, pero con grupos
de matones muy organizados y muy violentos. La prensa internacional acusa al
régimen de ser responsable de la muerte de un centenar de personas. Sin
embargo, una buena parte de las víctimas son miembros de la Guardia Nacional
Republicana o son partidarios del régimen. Se hace todo lo posible para tratar
de demostrar que el régimen es una dictadura y que la “oposición” lucha por la
libertad.
Trump entra en escena
Tras la consulta organizada por la
oposición el 16 de julio, el Gobierno trasladó a su domicilio a uno de los
principales dirigentes de la ‘oposición’, Leopoldo López. Había sido condenado
por ser uno de los organizadores del golpe de Estado de abril de 2002 contra
Hugo Chávez. Al liberarlo, el Gobierno ha intentado abrir un cauce de negociación
con la oposición bajo el patrocinio del Vaticano, a pesar de la oposición de la
iglesia venezolana. Participaron en esa negociación algunos exjefes de Estado o
de gobierno de otros países (como el es- pañol Zapatero). Pero tras el 16 de
julio, Trump amenazó directamente con sanciones, en particular con suspender
las compras de petróleo, si el gobierno Maduro mantenía la convocatoria de elecciones
a Asamblea Constituyente, amenaza por el momento no realizada.
Las declaraciones de Trump fueron el
punto de partida de posicionamientos de buena parte de los dirigentes de la
Unión Europea. Así, Federica Mogherini, comisaria de Asuntos Exteriores, se
permite exigir a Maduro la suspensión de las elecciones de este domingo. Toma
de posición compartida por otros “demócratas sinceros” como el presidente
Santos de Colombia, el presidente Peña Nieto de México, el portavoz del
gobierno golpista del Brasil y el secretario general de la Organización de
Estados Americanos (OEA) Luis Almagro. Éste último fracasó el pasado junio al
intentar que en pleno de la OEA aprobase una moción de condena del gobierno
venezolano.
A escala internacional, todas las
fuerzas de la reacción se dispone a derribar al gobierno Maduro, aprovechando
que buena parte de la población sufre las consecuencias de la crisis, en gran
medida provocada artificialmente, y se aparta del régimen. “La oposición
democrática” ha combatido desde 1999 por derogar la Constitución de Chávez e intenta cínicamente hoy presentarse como la defensora de esa Constitución.
Pero ¿qué está en juego?
Venezuela ha descubierto hace pocos años
en el Orinoco el yacimiento de petróleo más importante del mundo, mayor aún que
el de Arabia Saudí. Esos yacimientos están controlados por la empresa pe-
trolera nacional PDVSA, que firma contratos con otras petroleras para
explotarlos. La mitad de la producción de PDVSA es exportada a los Estados
Unidos. PDVSA posee doscientas empresas de re- fino y distribución en los
propios Estados Unidos
.
Ha formado una empresa, Petrocaribe, que proporciona
petróleo a buen precio y a crédito a la mayor parte de los países de la región
caribeña, en particular a Cuba y a Haití.
El imperialismo y la oligarquía quieren desmantelar
esta conquista de la nación venezolana, la cual desde la victoria de Chávez se
ha beneficia- do de buena parte de las rentas del petróleo. Es una baza muy
importante.
Evidentemente, también están en juego las conquistas
que la clase obrera y la población han logrado desde 1999, que son
insoportables para el régimen de propiedad privada. Sin duda, el gobierno Maduro ha tomado medidas limitadas de ruptura con el imperialismo, pero solo la clase obrera organizada puede defender de manera consecuente esas conquistas y la soberanía nacional contra la injerencia imperialista.
Por esta razón el colectivo Trabajo y Juventud –en el
que intervienen los colectivos y militantes que participan en las campañas del
Acuerdo Internacional de los Trabajadores y de los Pueblos y que preparan la
Conferencia Mundial Abierta– apoya candidatos a la Asamblea Constituyente sobre
la base de una plataforma de reivindicaciones obreras, de nacionalización de la
banca y del comercio exterior, de expropiación de los capitalistas que
organizan el sabotaje económico y de defensa de la soberanía nacional. Esos
militantes forman parte de la central mayoritaria, la Central Bolivariana
Socialista de los Trabajadores.
Lo que hoy está en juego en Venezuela supera a la
nación venezolana. El imperialismo y la oligarquía compradora, que no han
vacilado en organizar la hambruna de buena parte de la población venezolana,
con esas amenazas se dirigen a todos los pueblos de América Latina, y de otras
partes, diciéndoles: sufriréis las mayores calamidades si osáis cualquier
veleidad de independencia respecto de las exigencias del imperialismo, es
decir, del régimen de propiedad privada de los medios de producción.
Esas amenazas a la nación venezolana son también una
amenaza a los trabajadores y la nación brasileña, que se están movilizando
contra el gobierno golpista y sus contrarreformas sociales. Para cualquier militante obrero, para cualquier demócrata, la lucha contra la injerencia imperialista es un deber fundamental.
Comentarios
Publicar un comentario