Prensa colectivo trabajo juventud – Maracaibo 27-02 -2017
El Caracazo marcó el inicio de la desintegración del régimen puntofijista. A la embarazosa situación en que se encontraba la burocracia de la CTV, pata sindical del régimen, vino a sumarse la crisis al interior de las FF.AA.: fracciones de esta institución represiva, pilar del orden capitalista, rompieron el “consenso” del que venía gozando durante décadas la “democracia” del Pacto de Punto Fijo, lanzándose al golpe de Estado con el objetivo de producir por esa vía un cambio de gobierno (o de régimen). Son los golpes de Estado fallidos del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992,” el chavismo como expresión política y social no puede explicarse y entenderse sin las jornadas de febrero del ’89, hoy publicamos un artículo de juan romero por la coyuntura de la situación política actual
Juan E. Romero
En los últimos días,
diversos sectores de la oposición venezolana han venido especulando mucho sobre
la posibilidad de repetición de una explosión social, de la magnitud ocurrida
en febrero de 1989. Cabe preguntarse ¿Qué de verdad tiene esté planteamiento?
¿Están planteadas las condiciones para tales protestas? ¿Es la misma
circunstancia política y económica de entonces, repetida en el hoy?.
Comenzamos por
afirmar, que si bien al realizar un análisis comparativo, en término de formas
de descontento y protestas, encontramos circunstancias similares, en cuanto a
desánimo, incertidumbre ante el futuro inmediato, estas similitudes pierden
alcance cuando analizamos las condiciones económicas bajo las cuales se
presentó la protesta popular en febrero de 1989. Sostenemos, que es esté el
elemento principal que permite indicar y señalar la diferencia entre 1989 y las
actuales circunstancias del país entre 2015-2017.
Veamos en detalle a
lo que nos referimos. Entre 1979 y 1989, el país entró en una década marcada
por el deterioro social. En ese período el PIB cayó 35%, de hecho contrasta el
promedio de 0,82% de crecimiento del PIB en el período 1981-1990, con el 2,02
de la década 1991-2000. El ingreso real promedio de los venezolanos disminuyó
un 59%, el número de hogares pobres se incrementó en un 156%, y el número de
hogares en situación de pobreza crítica en un 337%.
El ingreso real cayó en un 63%. El empleo
informal había aumentado en más de 60%. Ese deterioro, era consecuencia de un
conjunto de procesos y acciones. Principalmente (y por eso los intentos de
establecer una analogía apretada con el hoy) debido a la disminución de los
ingresos petroleros, la decisión de dedicar casi la mitad de los disminuidos
ingresos petroleros al pago de la Deuda externa, la consecuente reducción del
gasto público, en materias de salud y educación, así como de subsidios. La
consecuencia: el incremento de las desigualdades y la exclusión y la
acumulación de frustraciones, anhelos y desesperanza, sin opciones políticas
claras, pues el sistema bipartidista, continuaba sumido en una lucha
encarnizada, que no priorizaba la atención de la calidad de vida del
venezolano.
Al leer lo que
escribo, pudiera cualquiera decir que hay semejanzas preocupantes del ayer
(1989) con el hoy (2015-2017). Mi respuesta diría que sí, pero no. Sí, en
cuanto a la caída de los ingresos petroleros y el impacto que tiene sobre la
actividad pública. Sí, en cuanto a la dependencia de calorías y proteínas
provenientes de la importación alimentaria. No obstante, hay diferencias
importantes en lo relativo al accionar de la gestión de gobierno. Hay sin duda
una similitud, pues el precio del petróleo disminuyó, reduciendo la capacidad
fiscal del Estado para realizar gestión pública, pero – y ahí radica la
diferencia- en el hoy, la política del Estado ha insistido en la permanencia
–con un gran esfuerzo fiscal- de las políticas sociales relativas al sector
alimentario, salud, educación, trabajo, entre otros.
Hoy escuchamos a
sectores provenientes del área industrial agroalimentaria hablar que nunca
antes habíamos importado tanto, que en anteriores períodos la producción
agrícola abastecía las necesidades internas. Habría que mostrarles la relación
importación/exportación agrícola en el período 1990-1998. En 1990, se importó
756 millones US$ y se exportó 358. En 1991, la relación fue 1064/334 millones
US$. En 1992, 1290/371 millones US$. En 1993, 1319/430. Y así se mantiene una
tendencia hasta el día de hoy. Este dato, es significativo para demostrar que
la crisis alimentaria del mercado interno venezolano, no es una acción asignada
exclusivamente a las políticas económicas del proyecto Bolivariano (y esto no
significa que neguemos los errores cometidos en su diseño), sino que se
corresponde con el comportamiento rentista e improductivo de ese sector
agrícola productor (así como el industrial).
La diferencia
esencial y que explica la diferencia entre el climax de la protesta ayer y la
posibilidad real que ocurra hoy, es el tema de la relación ingresos
petroleros/pago de deuda/reservas internacionales. Ayer, entre 1986-1989, como
hoy 2015-2017, tienen en común una abrupta caída de los precios del petróleo.
La diferencia estriba en el monto destinado al pago de la Deuda, que en
1983-1989 llegó a representar casi el 50% de los ingresos, mientras que en el
actual período 2013-2016 no llega al 20%. Esa diferencia, se manifiesta en el
mantenimiento de políticas de gasto social en la actualidad y en la contención
de un potencial foco conflictivo. En lo que respecta a las reservas
internacionales, el punto de comparación es más extremo. Las reservas que en el
año 1985 tuvieron un aproximado que rondaba los 13.000 millones US$, bajaron a
9.000 millones US$ en 1987, y a 6.500 millones US$ en 1989. Entre 2011-2015,
las reservas internacionales no se han visto tan afectadas, a pesar de la
creciente inversión social realizada por el Gobierno. En 2011, fue de 28.000
millones US$; en 2012 cerró casi en 29.000 millones US$, en 2013 se redujo a
21.000 US$, 2014 cerró en 22.077 millones US$ y en 2015, 16.358 millones US$.
Se puede decir, que
en ambos momentos la movilidad social y la protesta es elevada, pero como bien
lo hemos demostrado, la protesta social en el período 1989-1998 tuvo su
expresión en el impacto social y económico que produjo la política de ajuste
neoliberal (privatización, reducción del tamaño del Estado, aumento de
servicios, eliminación o reducción de programas sociales, entre otros),
acumulando frustración, rabia y marcó el despertar político de los sectores
excluidos e invisibilizados, por esas políticas neoliberales. Hoy, esos
sectores están siendo afectados, en conjunto con la clase media, por una
sistemática política enmarcada en acciones de Guerra psicológica, que
desaparecen productos, acapara, especula y produce presiones sociales, como
bien lo ha demostrado el detallado trabajo de la economista Pascualina Curcio,
buscando con ello impulsar un clima de protesta social que desestabilice al
actual Gobierno de Nicolás Maduro. En este aspecto, y como último elemento de
esta comparación, las protestas sociales y colectivas de 1989, no tuvieron una
direccionalidad política, por parte de los actores opositores del momento (los
partidos de izquierda desde el MAS, Causa R, PCV entre otros); al contrario de
lo acontecido hoy (2014-2017), cuando los actores opositores se encuentran
detrás de la protesta (en términos de organización y movilización).
Finalmente, nos lleva
a concluir, que las condiciones de explosión social que nos permiten entender
el estallido de febrero de 1989, tanto en términos económicos como sociales,
están bastante distantes de lo ocurre hoy, incluso con el impacto que genera
una inflación en el 2015 de 186%. A pesar, el mantenimiento de las políticas
sociales, luce como un factor de contención, aunque sin duda, el tiempo social
se le agota al Presidente Nicolás Maduro, sobre todo ante un colectivo-pueblo
que exige acciones efectivas y concretas. Es un punto de no retorno para el
proyecto bolivariano, formulado desde 1992. Se profundiza en la construcción de
la idea del buen vivir o se fracasa en el intento, abriendo la puerta a una
nueva oleada neoliberal, cuyo impacto es incalculable.
Venimos sosteniendo que
estamos en una circunstancia de empate catastrófico, que sólo puede ser roto
mediante la acción colectiva y organizada, superando las trabas burocráticas y
clientelares que nos amenazan y que se conjugan con las acciones
desestabilizadoras, que adelantan actores radicales de la oposición. El qué
hacer, estará marcado por la recuperación del impulso ético que caracterizó el
proyecto bolivariano en su 1era etapa (1999-2006).
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