Por:Fernando Rosso
Un
sucinto repaso de los resultados electorales de la izquierda en elecciones
presidenciales en las últimas décadas permitirá calibrar la importancia de la
elección en puerta.
En
1983 las tres fórmulas obtenían sumadas el 0.46 % de los votos, en 1989 dos
listas alcanzaban el 2.72 % de los sufragios (2.45 % pertenecían a IU que
consagraba un diputado nacional). En 1995, tres fórmulas lograban el 0.61 % de
los votos. En 1999, otra vez tres fórmulas conseguían el 1.63 %. En 2003, dos
listas obtenían el 2.44 %. En el año 2007, tres listas (una de ellas anticipaba
el Frente de Izquierda actual) alcanzaban el 1.80 %.
Hay
que tener en cuenta que la selección es relativamente arbitraria (en algunas
elecciones se podría incluir otras fuerzas como parte del espectro de la
izquierda), pero estamos siendo relativamente generosos en circunscribir a
determinadas corrientes como el Partido Comunista que terminó aliado y
prácticamente fusionado en el kirchnerismo (ahora se propone hacer lo propio
como sciolistas, ejem… “de izquierda”) o el MST que concluyó diluido en alianzas
diversas de centroizquierda.
Se
debe destacar que en 2003 una experiencia de izquierda “autonomista” (liderada
por Luis Zamora) logró altas votaciones en la Ciudad de Buenos Aires, pero se
diluyó en los años de “restauración” kirchnerista, quedando solo
reminiscencias. Y previamente, como síntoma de la crisis que se avecinaba, en
las legislativas del 2001 el voto a la izquierda y en blanco, alcanzó abultados
resultados en varios distritos (especialmente en Ciudad y provincia de Buenos
Aires).
En
las generales del 2011, la fórmula de Jorge Altamira – Christian Castillo del
Frente de Izquierda y de los Trabajadores alcanza los 503.370 votos que
representan un 2,30 %.
En
las legislativas del 2013, el FIT logró un millón doscientos mil votos tomando
el conjunto del país (alrededor de un 5 %) y consagró tres diputados
nacionales, además de legisladores y concejales en varias provincias.
En
diversos distritos obtuvo resultados locales históricos, como en su momento en
Salta y luego Mendoza, donde Del Caño llegó a obtener 17 % de los votos en
Mendoza capital. En otras capitales provinciales (Córdoba, Jujuy, Neuquén), el
FIT obtiene resultados que oscilan entre el 9 y el 12 % en distintos procesos
electorales.
En
las PASO para las presidenciales este año, el Frente de conjunto alcanza
732.852 votos, un 3,25 %, con el triunfo de la fórmula Nicolás del Caño-Myriam
Bregman sobre la de Jorge Altamira-Juan Carlos Giordano.
Todo
este largo itinerario merecería una explicación relacionada con la evolución del
conflicto de clases (la salida de la derrota de la dictadura, el menemismo, el
2001 etc.) e incluso el marco internacional, así como los aciertos y errores de
la propia izquierda. Acá solo queremos registrar los resultados electorales
para marcar la importancia de las posibilidades actuales con relación al último
periodo.
El desafío y la historia
Hacia
el 25 de octubre, la fórmula del FIT que encabeza Nicolás del Caño se encuentra
entre las seis que compiten. Concentra todo el voto de la izquierda en un polo
unificado, con fuerzas que se reivindican de la extrema izquierda, es decir,
del trotskismo.
La
posibilidad de alcanzar una votación que se acerque a lo obtenido en 2013
colocaría al FIT ante la elección presidencial más alta de la izquierda en los
últimos cuarenta años.
Pero
además, hay que considerar otros factores que van más allá de la aritmética
electoral nacional. El FIT tiene la posibilidad de ampliar la inédita
representación parlamentaria de tres disputados con los que cuenta hoy en el
Congreso nacional. Está cerca de lograr por lo menos dos más, que pueden llegar
a extenderse al máximo de cinco y alcanzar un interbloque de siete u ocho
diputados. También tiene grandes posibilidades de ampliar la representación en
nuevas legislaturas locales (como en Jujuy) o sumar en las que está presente
(que son Buenos Aires, CABA, Córdoba, Mendoza, Neuquén, Salta).
Desde
antes de su emergencia político-electoral, las fuerzas del FIT conquistaron
posiciones y fuerza militante en organizaciones del movimiento obrero (con el
PTS a la vanguardia en el sector industrial), de los estudiantes o del
movimiento de mujeres.
Para
el nuevo gobierno, el gradualismo para el ajuste se convierte cada vez en una
opción más difícil. La devaluación no es negada por ninguno de los asesores
económicos de Macri, Massa o Scioli; algunos buscan diferenciarse decretando de
antemano un presunto “cepo” a la misma, como si fuera tan simple, y todos van
en busca de nuevo endeudamiento. La estructura de la economía acumula tensas
contradicciones que llevan al ajuste (que todos reconocen que aplicarán y que
en cierta medida ya comenzó) y al mayor enfrentamiento de clases.
El
25 de octubre no se juega solo la eventualidad de realizar la elección
presidencial más importante de la izquierda de los últimos tiempos en un
proceso electoral ejecutivo; sino la posibilidad (y necesidad) de fortalecer y
consolidar ese polo político y social que permita contar con el poder para
enfrenar el ajuste e imponer una salida desde los trabajadores. Un desafío
histórico por partida doble.
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