Por: Alexandre Linares
Otra vez la clase
trabajadora y los sectores populares han salido a la calle a mostrar su fuerza
contra los intentos golpistas y en defensa de sus derechos.
El 20 de agosto, en
la principal manifestación del país, en São Paulo, se oía “¡Fuera Renan!-¡Fuera
Levy! Yo quiero a la Dilma- que elegí!”, una de las consignas en la
manifestación de 100.000 trabajadores y jóvenes. Un grito que expresa el
sentimiento dominante:
contra el golpe
alimentado por sectores de la derecha, por la democracia, ningún recorte más de
derechos, y de la soberanía nacional.
En todas las
capitales y en otras ciudades, los
trabajadores, llamados por sus organizaciones, establecieron un auténtico
contrapunto a los actos golpistas de cuatro días antes, el 16 de agosto. La
manifestación de la derecha el domingo fue la menor de las manifestaciones
convocadas con el fin de interrumpir el mandato presidencial de Dilma.
En la manifestación
golpista solo hubo ataques irreproducibles al Gobiern, al Pa r t i d o d e l o
s Trabajadores y a la izquierda en general. En la de los trabajadores, con la Central
Única de los Trabajadores (CUT), sindicatos, movimientos populares y partidos
comprometidos con el pueblo, aparecía de forma difusa un programa de clase, de
lucha contra sus enemigos de fuera y de dentro del Gobierno.
1 Se refiere a Renan
Calheiros, presidente del Senado y autor junto
con Joaquim Levy de la “Agenda Brasil”, plan de ajuste estructural que ataca
los derechos y el presupuesto público.
El presidente de la
CUT, Vagner Freitas, tomó la palabra: “Esperamos que el ajuste fiscal no sea
una política del Gobierno. Necesitamos cambiar esa política económica del país,
los ricos deben pagar, las grandes fortunas han de ser gravadas con impuestos,
el trabajador no puede seguir pagando la factura de esta crisis política
amañada.”
Falta a la verdad
quien intenta atribuir las manifestaciones del 20 de agosto al mero intento de
defender el mantenimiento del Gobierno, tratando de ocultar las críticas de la
CUT y otras centrales, los sindicatos, los sin tierra, los movimientos de lucha
por la vivienda y demás entidades populares y estudiantiles a este mismo
gobierno:
“Yo quiero a la Dilma
que elegí”, y no la política de ajuste fiscal y la “Agenda Brasil”. Las
banderas rojas que tomaron las calles del Brasil el día 20 mostraron el verdadero rostro de la lucha por la
democracia, que lejos de ser un cascarón vacío tiene un contenido social
preciso: las reivindicaciones de los trabajadores y del pueblo:
Mantener y ampliar
los derechos sociales y laborales, defensa del empleo, vivienda, reforma agraria, defensa de
Petrobras y de los yacimientos submarinos de hidrocarburos para el pueblo
brasileño. Lo cual exige un conjunto de medidas, empezando por suprimir el
superávit primario [primero pagar la deuda], acabar con las tasas
universitarias y centralizar el cambio de divisas, para que el Gobierno atienda
a esas reivindicaciones populares mediante reformas populares, un programa de ruptura
que incluye la reforma política con la exigencia de una Constituyente Soberana.
Comentarios
Publicar un comentario