La delgada línea roja. A propósito de San Félix
¿Fueron organizados con
fines políticos los saqueos en San Félix? Tal y como se desprende de la
descripción de las autoridades y testigos de
los hechos, sí: motorizados armados que llegaron acosando a la gente y
atacando los locales y el transporte público, causando la muerte del encargado
de uno de los negocios. También puede decirse que perfectamente puede ser una
respuesta a los golpes dado por el gobierno a las mafias paramilitares del
contrabando estos días, y hasta incluso no tendría nada de raro la ocurrencia
del conflicto en una zona tan cercana al Esequibo actualmente en disputa, un
poco como en otras partes (Siria, Libia) las tensiones y acontecimientos que
dispararon las guerras civiles comenzaron en zonas fronterizas o cercanas a las
fronteras, casi siempre motorizada por clanes y grupos dedicados al
contrabando.
Ahora bien, el que esto haya
sido así, no implica que no se consideren las condiciones objetivas que hacen
que un hecho como ese haya sido espontáneo, o que no siéndolo, no sea considerado
del todo extraordinario o inesperado por nadie medianamente sensato. Y es que
las tensiones sociales derivada de la hiperespeculación de los comerciantes,
del hecho de aumentar los precios y acaparar los productos con total impunidad
y a plena luz del día se ha llevado a tal nivel de cosas, la humillación y el
robo contra la mayoría asalariada se ha extendido y generalizado tanto, que lo
que extraña a muchos no es por qué ocurrió lo que ocurrió, sino porque no había
ocurrido antes. Entre una y otra cosa hay una delgada línea roja que a menudo
solo se divisa una vez que se le ha cruzado irremediablemente. Pero en este
caso mal que bien la estamos viendo antes de cruzarla, la pregunta es hasta
cuándo y qué cosas tenemos que hacer para no hacerlo y que tal vez no estamos
haciendo o no con la intensidad necesaria.
Copio aquí un fragmento
escrito ya hace tiempo, que me parece bastante oportuno para entender si bien
no “el hecho en sí” de lo sucedido ayer, al menos el contexto en medio del cual
ocurre:
Lo que comenzó siendo un
proceso especulativo emprendido por las transnacionales, los importadores, la
banca privada foránea y “local”, las casas de bolsa y los grandes comerciantes
con el doble propósito político y mercantil de conspirar y apropiarse de la riqueza
nacional, ha terminado convirtiéndose en una corrida que involucra a buena
parte de la población. Recurriendo a los dos ingredientes básicos de todo
proceso especulativo: la ambición y el miedo, los poderes económicos del
capital transnacional han hecho todo lo posible por encubrir y facilitar su
saqueo gran millonario corrompiendo a una parte de la población para ponerla a
buscar dólares migajas o las vías más retorcidas de enriquecerse, sin contar el
suplicio de hacer colas interminables, de no encontrar lo que necesitan, de
peregrinar para encontrarlo incluso fuera de las ciudades y estados donde viven
a precios exorbitantes o pagando vacunas por ellos.
No se trata a este respecto, siquiera, de que
las personas sean buenas o malas, comprometidas o no, honestas o deshonestas.
Precisamente, ese es el punto.
La lógica de la guerra económica y el
capitalismo de facto espolea a todos y todas por igual (más allá de los grados
diversos de afectación) a competir por los bienes escaseados, lógica tanto más
perversa en cuanto la persona es de hecho comprometida u honesta.
Si no es este último el caso, se suma sin
conflicto moral y busca aprovecharse de la situación. Pero si la persona no es
indolente, tiene sentido ético, compromiso político o es solidaria, la guerra
económica persigue primero rebajarla al nivel de predador o presa, la coloca
ante la disyuntiva de ser especuladora o especulada, “viva” o “pendeja”.
Es como lo que se narra en esas novelas
adolescentes del tipo Los juegos del hambre, o pasa en esos programas de
reality show donde la gente es puesta a pelearse a muerte por los bienes
escaseados o la fama solo para uno. Como el Guasón de Nolan, los ingenieros de
la guerra económica conciben la sociedad como una manada de potenciales
salvajes que cuando las cosas se tuercen un poquito, se atacarán entre ellos.
Es la teoría de la pelea de perros aplicada a la economía. El reverso perverso
de la sociedad solidaria planteada por la tradición socialista y rescatada por
el presidente Chávez.
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