por: Alejandro Rebossio Buenos Aires
A principios de este siglo se formaban largas colas en las puertas de las
compañías de Argentina cada vez que buscaban trabajadores. El paro superaba el
20% y los comités de empresas era una rareza. No eran tiempos de reclamaciones
salariales ni de ningún tipo laboral. Ahora el desempleo sube, pero está en el
6,9%, ya no se ven aquellas filas y el poder sindical se hace sentir en las
compañías, tanto como este martes se percibió en la huelga que paralizó buena
parte del país.
Los sindicatos han tenido peso en el mundo laboral y político de Argentina
sobre todo a partir del surgimiento del peronismo en la década del 40, pero con
las privatizaciones, los despidos masivos y la flexibilización laboral que
adoptó el Gobierno del peronista neoliberal Carlos Menem (1989-1999) habían
perdido fuerza. “Con tanto desempleo, la debilidad de los sindicatos fue
notoria. Y muchos sindicalistas fueron cooptados por el poder político como
gestores de las obras sociales (mutuas de sanidad y turismo)”, recuerda el
secretario de derechos humanos de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA)
kirchnerista, Victorio Paulón. En ese contexto, “se congelaron las
negociaciones salariales”, recuerda la socióloga Cecilia Anigstein,
investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas.
A partir de 2002, un año antes de la llegada del kirchnerismo al poder,
comenzó a caer el paro y desde 2004 el Gobierno del peronista Néstor Kirchner
(2003-2007) resucitó las paritarias anuales para negociar alzas salariales que
desde entonces casi siempre superaron los elevados niveles de inflación. Nunca
antes Argentina había vivido tantos años consecutivos de negociaciones
colectivas de trabajo.
“El sindicalismo fue recuperando
protagonismo”, opina Paulón. “Las comisiones internas (comités de empresa), que
siempre habían sido fuertes en Argentina, se recuperaron y hoy tienen fuerte
protagonismo en la negociación salarial. Está en germen una nueva clase obrera
que renovará la dirigencia en cinco o diez años”, vaticina el sindicalista. En la
actualidad, muchos dirigentes sindicales son los mismos que en los 90.
En la provincia de Santa Fe se crearon comités mixtos que controlan los
accidentes de trabajo
La socióloga Anigstein señala que los nuevos comités de empresa están más
politizados. Los hay peronistas, tanto kirchneristas como opositores, y también
trotskistas, los más temidos por los empresarios por su dureza al negociar. “La
práctica anual de las paritarias fortaleció el tejido de la organización
sindical. Los delegados tienen que hacer asambleas en las fábricas, amenazan
con huelgas. Las empresas buscan para su área de recursos humanos gente con
experiencia en relaciones con los sindicatos”, relata Anigstein, aunque admite
que no se revirtió sino que en algunos sectores hasta se profundizó la
flexibilización laboral de los 90.
“Antes tenías 200 tipos haciendo cola para pedir trabajo y los sindicatos
se ocupaban de sus ‘campings’, pero ahora los sindicatos son más fuertes”,
reconoce uno de los vicepresidentes de la patronal industrial, Guillermo
Moretti. Pero él admite que prefiere la situación actual que la debacle de la
actividad económica que sufrió a finales de los 90 y principios del siglo XXI.
También juzga como positivos los comités mixtos de seguridad e higiene que
crearon hace tres años en las empresas de su provincia, la de Santa Fe, en
manos del opositor Partido Socialista. “Es que mejoraron las condiciones
laborales y la relación con los trabajadores, que se hacen más responsables”,
opina Moretti. No obstante, admite que los gerentes de multinacionales no
siempre comparten su visión porque prefieren condiciones laborales menos
exigentes como las de otros países latinoamericanos.
Claro que no todos los sindicatos cuentan con la misma fuerza. Además, un
34,5% de los empleados en Argentina trabaja en la informalidad, sin ninguna
protección sindical.
Los representantes de los trabajadores recuperaron poder respecto de
finales del siglo pasado, pero su influencia política se ha debilitado. En sus
primeros años, el kirchnerismo basó su construcción de poder en su alianza con
el sindicalista camionero Hugo Moyano, pero a finales de 2011 este dirigente se
peleó con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por la falta de
presencia sindical en el gabinete de ministros y en los escaños del Congreso.
En la actualidad, ni los sindicalistas kirchneristas tienen tanto peso en el
Gobierno de Fernández ni Moyano y los demás opositores tampoco cuentan con la
fuerza para dañar a la presidenta o condicionar a los rivales que anhelan
sucederla desde diciembre próximo. “La ruptura de la alianza entre el
kirchnerismo y Moyano debilitó a sindicatos y Gobierno, pero aún no la
presencia sindical en los lugares de trabajo. Esto se verá con el tiempo”,
opina Anigstein.
Comentarios
Publicar un comentario