Editorial
del n.º 72 de Fraternité, periódico del Partido de los Trabajadores. Argelino
Después de un cambio de gabinete ministerial parcial y
muy contradictorio, ha tenido lugar un consejo de ministros. En esta ocasión,
el Presidente de la República, entre otras cosas, ha declarado, a propósito de
la promoción de inversiones y de la creación de empleo: “Ya no es momento de
batallas ideológicas y no hay ya distinciones entre capital público y privado
(...)”, confirmando así la nueva “política” económica, iniciada desde la
elección de Argelia.
como presidente del FCE [Foro de Jefes de
Empresa - NDT], después de las elecciones presidenciales de 2014, que ha
significado la irrupción brutal de una oligarquía insaciable tanto desde el punto
de vista de los mercados, de la tierra y los recursos pú- blicos, como desde el
punto de vista de sustituir al Estado. Así, el carácter dual de la decisión
económica que, a fin de cuentas, dejaba un relativo espacio al sector público,
aun animando el privado productivo, tiende a dejar paso a los monopolios
privados al servicio exclusivo de los oligarcas. Es, evidentemente, esta deriva
la que explica que se mantengan en el ejecutivo ministros depredadores, en
provecho exclusivo de la oligarquía, en sectores clave, así como la destitución
del ministro de Energía, que se negó a entregar el sector a la rapiña y la
desreglamentación.
El nombramiento a la cabeza de la Economía de
un experto, conocido por sus “tesis” a favor de la retirada del Estado y de la
apertura de la economía nacional en todos los aspectos concentra las renuncias
y retrocesos futuros. El presidente de la República no ignora que el capital
privado en Argelia proviene en su aplastante mayoría de fondos públicos y que
ponerlo en pie de igualdad con el capital público es un subterfugio que prepara
la vuelta a las privatizaciones que él mismo detuvo en 2008 tras reconocer su
fracaso y el de la asociación con los extranjeros, presentada hoy como uno de
los remedios milagrosos para la caída de los precios del petróleo.
¿Es “ideológico” defender las
nacionalizaciones, bases materiales de la nación, y defender la continuidad del
Estado amenazado en su integridad y sus funciones por e la oligarquía? No, no
es un “debate ideológico”, sino una cuestión de supervivencia para la nación.
El momento es de una gravedad sin precedentes
pues en el mismo discurso, el Presidente de la República confirmó también la
orientación antisocial y antinacional del proyecto de Código de la Salud.
Llamando a generalizar la contratación del sistema de salud pública entre los
hospitales pú- blicos y la CNAS (caja nacional de la seguridad social de los
trabajadores asalariados), más de 17 millones de argelinos privados de
protección social –5 millones de trabajadores en el sector informal y otro
tanto en el sector privado local y extranjero– dejarán de tener acceso a las
prestaciones sanitarias que les garantizaba la gratuidad claramente enunciada
desde la independencia.
¿Es necesario recordar que se trata de una
ruptura violenta con la revolución y, por tanto, de una modificación radical en
la naturaleza social del Estado argelino, producto de la independencia
nacional? Por supuesto nada está todavía zanjado y el proyecto de código ha
sido pospuesto tras una primera lectura en el consejo de gobierno. Pero las
intenciones ya están claras.
Por tanto, sólo la movilización obrera y
popular puede detener la deriva oligárquica que amenaza con deglutir el país y
puede alejar los peligros que acechan a las conquistas socioeconómicas. A eso
se consagra el Partido de los Trabajadores, que ha lanzado una alerta general.
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