¿Por qué ni el Grupo de Lima ni la Unión Europea retiraron a sus
embajadores de Venezuela, tal como se esperaba luego de la juramentación del
presidente Nicolás Maduro para su segundo mandato de seis años?
Hay varias posibles explicaciones, todas en el campo de las hipótesis y
las especulaciones.
Una es que la estrategia internacional a la que responden el organismo
multilateral y la alianza de gobiernos latinoamericanos de derecha sea la de un
gradualismo dramático. Es posible que hayan acordado ir realizando las rupturas
de relaciones diplomáticas país por país, como parte del esfuerzo que siempre
hacen por mantener el tema Venezuela en alto tanto en los medios de
comunicación convencionales como en las redes sociales.
Paraguay, una nación con la que Venezuela mantiene una relación bastante
distante, habría tenido así la misión de ser el primero, mientras los otros
aguardan por momentos apropiados para hacerlo.
Estos momentos pueden ser de dos tipos opuestos: si el plan sigue
avanzando tal como lo han previsto sus autores, los cierres sucesivos de
embajadas generarían una sensación de estructura que se cae a pedazos. El
politólogo Walter Ortiz declaró a Spuntnik que podría estar en
marcha una de las típicas tácticas para dibujar una situación de agravamiento
sostenido, frecuentemente utilizadas en los intentos de derrocamientos a cámara
lenta patrocinados por los poderes hegemónicos globales. “Pareciera que esto va
en torno a una táctica de goteo, donde se van a ir sumando algunos países de
este denominado Grupo de Lima”, acotó.
Los retiros de embajadores también podrían ser cartas reservadas para
enfrentar un previsible enfriamiento del tema, una vez que pasé el efecto de la
designación de la nueva directiva y sobre todo, si comienzan a languidecer sus
cabildos abiertos. En tal caso podría ser una manera de sacar al issue del
olvido.
Otra opción es que los dos conjuntos de países estén esperando que
ocurra algún hecho detonante que, probablemente, también esté previsto en el
plan. En tal sentido, las sospechas apuntan hacia las movilizaciones que la
oposición ha anunciado para la icónica fecha del 23 de enero. Si ese día
sucediera alguna situación violenta –espontánea o producida en laboratorio–, el
corolario vendría a ser la ruptura de relaciones.
El traspié del numeral 9
Hay otro elemento para el análisis. Es posible que el Grupo de Lima
tuviera previsto realizar la jugada de manera simultánea, tan pronto se concretase
la juramentación de Maduro, el 10 de enero, pero tuvieron un traspié con el
comunicado que emitieron previamente sobre la alegada ilegalidad de Maduro. En
el numeral 9 de ese documento, en su empeño por golpear por todos los flancos
al Gobierno venezolano, tomaron partido abiertamente por Guyana en un asunto de
fondo y muy crucial: la disputa por el territorio Esequibo.
Lo hicieron al declararse preocupados por supuestas extralimitaciones de
la Fuerza Armada Nacional Bolivariana cuando procedió a desalojar un barco de
la empresa estadounidense ExxonMobil, que realizaba labores de exploración de
petróleo autorizadas por el Gobierno de Georgetown. El Grupo de Lima asumió que
el buque estaba en aguas territoriales guyanesas, y Venezuela protestó enérgicamente,
presentando pruebas de que se encontraba en el mar venezolano.
El error fue de alta magnitud porque muchos de los países de la alianza
antivenezolana tienen controversias territoriales pendientes con sus vecinos y
no aceptarían que terceras naciones intervinieran en ellas. Esto condujo a un
considerable revés diplomático: los mismos países que desconocieron a Maduro
como gobernante a partir del 10 de enero tuvieron que emitir aclaratorias a
instancias de su Gobierno.
Es posible que los asesores de estas naciones hayan considerado
pertinente esperar un poco, pasar los efectos de este golpe, para luego
proceder con el proyectado retiro de embajadores.
Relaciones consulares y económicas
Algunos intérpretes de las declaraciones de los altos funcionarios del
Gobierno, comenzando por las del presidente Maduro y del canciller Jorge
Arreaza, creen que Venezuela ha jugado duro en esta disputa contra el Grupo de
Lima. Una de las cartas que habría utilizado, de acuerdo con estas conjeturas,
es el advertirles a cada uno de los países que si rompen relaciones
diplomáticas tendrán que retirar también su personal consular, pues Venezuela
procedería a declararlos personas non gratas y a retirarles
el exequatur. De acuerdo con lo establecido en la Convención de
Viena de 1963, el Estado que haga esto no tiene la obligación de explicar las
causas.
La interrupción de las relaciones consulares puede constituir un
verdadero dolor de cabeza para varios de los países del Grupo de Lima, en
particular para Colombia, pues en Venezuela viven más de 5 millones de
ciudadanos neogranadinos, buena parte de quienes constantemente deben tramitar
documentos y realizar gestiones ante los 14 consulados que funcionan en el
país.
Otra consecuencia de la ruptura diplomática se daría en el campo económico.
A Colombia le afectaría una escalada del enfrentamiento político que pudiera
generar un cierre de las fronteras, pues el contrabando de combustible y de
bienes de primera necesidad sigue siendo el motor de la economía de los estados
limítrofes colombianos.
En el caso de Brasil, es posible que para los grupos poderosos de
Brasilia, Sao Paulo y Río de Janeiro una medida así no tenga ningún efecto
concreto, pero sí lo tendría para los habitantes y para los gobiernos
regionales de los estados fronterizos con Venezuela, en particular Roraima y
Amazonas, porque la producción de las empresas radicadas en estas regiones
tienen como su mercado fundamental a Venezuela.
Aliados del “gobierno de transición”
Una de las conjeturas sobre el aplazamiento de la ruptura de relaciones
es la que plantea que posiblemente los países de la UE y el Grupo de Lima hayan
preferido dejar a los embajadores en Caracas con miras a participar en algún
acto de reconocimiento del “gobierno” encabezado por la Asamblea Nacional.
Esta sería una forma de otorgarle legitimidad internacional a ese
gobierno paralelo y de desconocer, de facto, la autoridad de Maduro. Una
maniobra tal obligaría al Gobierno constitucional a tomar la iniciativa de
romper las relaciones y expulsar a los funcionarios.
Otra de las razones –siempre en el campo especulativo– por las cuales,
posiblemente, se ha retrasado la tan anunciada jugada del retiro de embajadores
es que los países implicados prefieren mantenerlos en Venezuela, donde algunos
de ellos realizan labores muy corrosivas de injerencia política, en particular
a través de sus relaciones con los factores opositores.
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