Manuel
Sutherland
Los
recientes sucesos que acontecen en Venezuela le han dado la vuelta mundo por la
virulencia de las protestas y el abierto interés de los mal llamados “medios de
comunicación” internacionales, de hacer creer que en Venezuela se desarrolla
una guerra civil. En siete capsulas trataremos de forma crítica los eventos sucedidos
en el país y nos esforzaremos por plantear nuestras ideas, lejos de la
intencionalidad opositora que vende los sucesos como si fueran una insurrección
popular, o de la línea editorial que mira al gobierno como a una pobre víctima
del fascismo.
Los
Hechos puntuales, violencia y protestas orquestadas para la insurrección que no
llegó
La marcha
del 12 de febrero fue promovida con ahínco en todas las redes sociales
importantes. La consigna era: “Saquemos al Maduro”, “Pongámosle fin a la
dictadura de una vez” y una que otra prédica por la libertad de algunos
estudiantes que estaban presos por actos evidentemente vandálicos. Las escenas
más violentas de los estudiantes en sus protestas previas al 12 F, se
observaron en Mérida y Táchira. Los sucesos violentos de Mérida llegaron al
clímax cuando un joven opositor se electrocutó al tratar de destruir una valla
de la Gobernación. En Táchira, decenas de estudiantes hicieron destrozos a la
casa del Gobernador. Varios de esos estudiantes fueron encarcelados. Por ende,
la marcha debía sacar a Maduro del poder y también liberar a los presos.
La
significativa concentración que el 12 de febrero se reunió en la Plaza
Venezuela, asombró por su nutrida asistencia. Varios oradores de derecha
calentaron los ánimos y corearon consignas “pacíficas” como: “Vamos a alzarnos
contra este gobierno”, “Este Gobierno va a caer”. Apartando las expresiones
xenófobas de algunos grupillos que gritaban: “Maduro es un maldito colombiano”,
la idea de la marcha no era provocar un enfrentamiento. Sin embargo, irse a sus
casas luego de llegar a la fiscalía, sin que nada pasara, no era una opción
correcta para quienes creían que la Mesa de la Unidad de Democrática (MUD)
había convalidado el supuesto fraude que hizo que Maduro ganase la Presidencia[i].
Al llegar al
sitio de los acontecimientos, la cebada marcha protestó enérgicamente en la
Fiscalía. Algunos voceros entregaron un documento y hubo unas arengas
sediciosas que calaron poco en el grueso de la concentración. Luego hubo una
disolución casi absoluta de la concentración
II
Los tres (3)
homicidios y los más de 60 herido
La marcha se
había disuelto sin contratiempo alguno. Salvo algunos correveidiles que
asomaban episodios caóticos, la táctica del gobierno de no ponerle ningún
obstáculo a la marcha, garantizaba que se hiciera una protesta calmada y que no
pasara a mayores. Aunque el grueso de la oposición debió estar feliz por
recuperar el ánimo luego de la estrepitosa derrota en los comicios municipales
de diciembre, el ala más derechista (Leopoldo López y su partido: Voluntad
Popular) necesitaba ganar la notoriedad que Henrique Capriles le había
arrebatado. Capriles (según ellos) había legitimado a Maduro y planteaba un
“ruin” acercamiento al chavismo, al asistir la reunión de los gobernadores con
el Presidente[ii]. Desarrollando un plan de ataque coordinado con radios de
onda corta, un minúsculo grupo de manifestantes sacaron: capuchas, bombas
molotov, armas de fuego y un pequeño arsenal que se fue repartiendo por las
calles adyacentes a la Plaza Carabobo.
En un
instante la marcha que había “finalizado”, se convirtió en un violento asedio
al Ministerio Público, a través de la quema y destrucción de kioscos,
levantamiento de barricadas y disparos con armas de fuego. La violencia llegó
al paroxismo cuando encapuchados entrenados en disturbios y una banda de chicos
que los seguían, se dieron el tupé de quemar cinco (5) camionetas de la policía
política del gobierno: SEBIN. Ante la inexplicable ausencia de los cuerpos
antimotines de la Guardia Nacional, los disturbios arreciaron y hubo una clara
penetración en ámbitos que el gobierno ha declarado como: zona de seguridad.
Ahí, y sólo ahí entró la participación inusitada del SEBIN. Primero, según los
videos disponibles en YouTube[iii], los policías dispararon perdigones con
escopetas. En seguida, el tiroteo avanzó y el SEBIN procedió a emplear armas de
fuego.
Más allá de
las especulaciones, el resultado fue la muerte de dos jóvenes antichavistas y
de Juan Montoya (‘Juancho’), activista de los Colectivos Bolivarianos del 23 de
Enero. Un video aficionado (disponible en la Web) muestra la penosa muerte de
Basil Da Costa, quien recibió un tiro en la nuca mientras corría con otros
jóvenes en el enfrentamiento policial. El segundo joven, Roberto Redman, murió
en una circunstancia bastante sospechosa. Redman, quien había llevado en
volandas a Basil, luego de que éste recibiera el disparo, había manifestado
haber visto al asesino de Basil. Esa misma noche, un motorizado le disparó en
la cabeza en las inmediaciones de Chacao, lejos en tiempo y distancia de los
incidentes de Plaza Carabobo. El crimen de Redman parece realizado con
premeditación y alevosía, según el relato de un hombre que resultó herido de
bala, a pocos metros del finado Redman.
La muerte de
Juan Montoya parece más oscura. Se sabe muy poco de ella. Siendo de los
colectivos progobierno, parece haber sido víctima de un opositor con experticia
en armamentos. Sin embargo, en la entrevista que uno de sus compañeros ofreció
al diario Últimas Noticias, se deja entrever que pudieron ser los mismos
agentes de seguridad estatal quienes le dispararon. Mucha más gente
antichavista y chavista recibió disparos con arma de fuego. El caso de la
trabajadora del Canal de televisión estatal: VTV, es simplemente terrible. Al
ella ingresar al canal a trabajar luego de sortear el violento asedio opositor,
recibió un impacto de bala en el abdomen. La ciencia pudo salvarle
milagrosamente. Resultado final: 3 personas muertas y al menos 66 heridas.
III
Descontento
político de las bases antichavistas más anticomunistas
La situación
económica es grave. Sin embargo, los marchantes de la oposición no tenían
dentro de sus consignas demandas “económicas”, es decir, reivindicaciones
salariales o exigencias de mejora en servicios públicos. Los marchistas
básicamente exigían más libertad (liberalismo), menos injerencia del gobierno
en las empresas (liberalismo) y la renuncia del tirano comunista. Ninguna
pancarta solicitaba aumentos salariales u otras compensaciones de tipo social.
Las prédicas iban encauzados a derrocar a un montón de lumpenes pro cubanos que
están usurpando el poder. Los más elegantes afirmaban que el chavismo es una
chusma que lleva al país a la ruina
Aunque
ningún marchista sepa que es el socialismo, muchos manifestaban que el gobierno
de Maduro era una dictadura Castro-comunista y le atribuían al Estado, la
responsabilidad de la enorme carestía de alimentos y la escasez generalizado de
productos como: papel higiénico, jabón, etc. Pero, repito, no sólo que lo
económico era casi invisible, sino que la solución de ellos es una acrítica
vuelta a un supuesto pasado idílico, donde las mercancías eran baratas y
abundantes, y los empresarios tenían la total libertad. Demostrando ignorancia
supina, no entienden que episodios de altísima inflación y enorme
desabastecimiento, se han dado en Venezuela en años anteriores. Ellos creen que
es una conspiración del gobierno que a fuerza de “controles” desea abatir a los
ennoblecidos empresarios.
Ahora, eso
no quiere decir que haya una base bolivariana descontenta con la
direccionalidad conciliadora del gobierno de Maduro. Medidas como volver a
devaluar la moneda[iv], luego de haberla devaluado el año pasado en 46%, sentó
muy mal a las bases bolivarianas que habían comprado la idea del “bolívar
fuerte”, una moneda que supuestamente no perdería valor de forma sistemática.
Aunque el Estado subestima la inflación, ésta llegó a alcanzar el 56% en el año
2013. Dicha tasa de inflación fue la más alta del mundo, aventajando a Siria y
a Sudán. La inflación destruye el salario real y hace poco significativo el
aumento salarial del 10% que decretó el Gobierno a inicios del 2014. La base
social bolivariana reclama mano dura contra el empresariado. Pero el chavismo
se limita a imponer controles, leyes, sanciones y un montón de medidas que
resultan insuficientes. A pesar de esto la base bolivariana en general, sigue
fiel y a la expectativa de cambios positivos.
IV
La plaza
Altamira y las revueltas en los centros urbanos de mayor alto poder adquisitivo
Los sucesos
del 12 de febrero “calentaron la calle”. En varias ciudades importantes se
replicó el accionar virulento del estudiantado derechista. Con mucho menos
intensidad se vieron actos vandálicos de cierta importancia y asedios a
instituciones estatales, donde se hostigaba a obreros que no tenían relación
con el chavismo. Es llamativo el radio de acción de estos críos. Suelen atacar,
quemar basura, cauchos etc., en las zonas residenciales donde la mayoría de
ellos vive. Dichas urbanizaciones suelen ser habitadas por personas de altos
ingresos.
En uno de
los municipios más ricos del país: Chacao, hicieron la mar de transgresiones
contra el patrimonio público. Según el Alcalde de Chacao: Ramón Muchacho, un
ferviente opositor al chavismo y escudero de Capriles, los chicos arremetieron
contra la propiedad de la Alcaldía, causaron graves pérdidas y ya son molestos
para los vecinos del Municipio. Entre los daños se cuentan agencias bancarias:
Banco de Venezuela y Banco Provincial; el edificio de la Magistratura (DEM); el
del Ministerio de Transporte y las inmediaciones de la estación del Metro de
Caracas[v].
El asedio al
canal estatal: VTV, fue adornado con una lluvia de piedras, intimidación
y amenazas de toda índole, de grupos que se venden estúpidamente como
“pacíficos”, cuando hasta el mismo Alcalde antichavista dice que son muy
agresivos. Dichas protestas se han realizado bajo la mirada fría de las
autoridades, que para variar juegan en el estéril torneo del “desgaste”. Dicha
táctica consiste en un moderno laissez faire laissez passer, de tal forma, los
antichavistas pueden dar rienda suelta a sus actitudes ociosamente destructivas
con escaso riesgo a que los repriman con toda la violencia que la policía
gringa, española o colombiana, ejecuta con extrema eficiencia.
Incluso, la
periodista de un canal furibundamente antichavista como Globovisión[vi]: María
Iginia Silva, también fue víctima de agresiones múltiples. A su equipo lo
atacaron físicamente, tal cual hicieron con 36 trabajadores del Metro C.A.,
quienes ningún cargo político del gobierno detentan.
V
La
esterilidad del vandalismo ultraderechista y como los líderes antichavistas se
desmarcan de la violencia de los “infiltrados” en el movimiento estudiantil
Los
desórdenes que exigían mayor liberalismo al chavismo se han ido desvaneciendo a
través de ciertos espasmos callejeros. Alguna que otra quema de basura y una que
otra concentración macilenta. Los efectos en la población de su mismo bando han
sido adversos. Parece que ningún dirigente político de derecha, de cierta
importancia, respalda las posturas violentas de los estudiantes más arrojados.
De manera continua se han ido distanciando de la propuesta ilusa e infértil, de
querer tumbar a un gobierno con amplio respaldo militar, a fuerza de tocar
cacerolas, y de quemar arbustos y papel periódico.
La diáspora
opositora se viene exhibiendo poco a poco. Este sábado, Ramón Muchacho escribió
a través de su cuenta en Twitter: @ramonmuchacho, acerca de la falta de
liderazgo en la oposición política venezolana para detener los sañudos hechos
destructivos: "Reconozcamos terrible falta de liderazgo y de dirigencia. Sólo
anarquía. ¿Es esto lo que queremos?, ¿Habrá algún límite para la violencia y el
vandalismo? ¿Se justifica lo que está ocurriendo? ¿Alguien asume la
responsabilidad?"[vii].
La emotiva
concentración de la oposición estudiantil en las inmediaciones del Parque Miranda,
a pocas cuadras de Altamira, fue tribuna para que líderes derechistas
expresaran su repudio a la violencia. Ahí, la diputada a la Asamblea Nacional:
María Machado, repudió los actos vandálicos ocurridos en los últimos cuatro
días. Aseguró que eran hechos por "infiltrados". Dijo: "Los
rechazamos contundentemente, con la misma fuerza que rechazamos la represión
brutal de este régimen"[viii].
En una
populista rueda de prensa, Henrique Capriles se desembarazó de las agresivas
protestas que aún acaecen en el país, con frases de infinito amor a su pueblo:
"Hay gente que quiere que yo sea violento y no puedo ser violento con la
gente que amo, el pueblo (...) vamos a aislar a los violentos e
infiltrados"[ix]. De héroes que con fogosidad combatían a los órganos
represivos del régimen, pasaron a la tesis de los “infiltrados” que bajo engaño
llevaron a los cándidos nenes a hechos violentos.
Si el
gobierno cree que es un Golpe de Estado de verdad, no parece estar tomándose
muy en serio el asunto estudiantil. Según declaraciones del Ministro de
Interior y Justicia: Miguel Rodríguez Torres, piensan dejar que los estudiantes
continúen sus estropicios en Santa Paz. El Ministro dijo: “Vamos a evaluar, si
es necesario, retirar la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana
(PNB) de Altamira, eso pudiese ser una medida, y dejar que ese sector lo
controle la Policía de Miranda”[x].
La estéril
ideología de paz y diálogo que el gobierno trata de levantar, ha hecho que se
liberen en apenas horas a 106 detenidos por los disturbios, sólo quedan 14
aprehendidos. Lo cual, sin duda, fomenta la impunidad trepidante que goza la
ultraderecha en sus acciones. La ultraderecha hace y deshace con total descaro,
partiendo de que el gobierno usa mano fuerte contra obreros en huelga,
sindicatos, pueblos originarios (son feroces los desalojos a los Yukpas) y
contra la izquierda “ultrosa” que protestó la ilegal “deportación” de
comunistas colombianos y vascos. Las pacíficas y diminutas manifestaciones de
la izquierda exigiendo la liberación de Joaquín P. Becerra[xi], fueron
respondidas con gases lacrimógenos y escaramuzas absolutamente
desproporcionadas, porque casi todos los manifestantes eran: Chavistas.
Execrable fue la sanguinaria disolución de la huelga que obreros de izquierda
llevaban a cabo en Mitsubishi. Como las escalofriantes escenas de la genial
película La huelga, del soviético S. Eisenstein, los policías entraron
disparando como si fuera una película de Rambo. Una huelga con decenas de
obreros mayoritariamente chavistas, que apenas llevaban horas ocupando la
fábrica, fue fundida a tiros dejando el saldo trágico de 3 homicidios[xii]
Por todo lo
anterior, la “izquierda” debe olvidarse de solicitar al gobierno más represión
o de organizar autodefensas que combatan a un movimiento estudiantil que se
diluye sin pena ni gloria. Nuevas escaramuzas de este grupejo liberal,
terminarán en el más estrépito fracaso
V
La nueva
marcha de Leopoldo López (19/02/14) y el intento abierto de catalizar el
descontento más anticomunista
En su cuenta
de Twitter Leopoldo López colgó un video donde convoca a una marcha desde Plaza
Venezuela para caminar por la paz (todos vestidos de blanco, según Leopoldo)
hasta la Fiscalía Nacional de la República, quien le dictó orden de captura por
los sucesos violentos del 12 de febrero. Valiéndose de la impunidad reinante,
Leopoldo reta frontalmente al gobierno a apresarle en medio de una numerosa
multitud. Lejos de los gritos insurreccionales y al ver la esterilidad del
esfuerzo callejero estudiantil, Leopoldo plantea lo que aceptaría cualquier
personaje de la derecha moderada:
“Primero, que se aclare la responsabilidad de lo que ocurrió ese día, ahí están
las pruebas. Segundo, que se liberen, de inmediato, a todos los ciudadanos que
siguen estando presos y siguen siendo torturados. Tercero, que cese la
represión y la persecución del derecho a protestar. Cuarto, que se asuma el
desarme de los colectivos, que han sido responsables de homicidios, bajo la
mano impune del Estado" [xiii]
Aun cuando
Leopoldo realiza una eminente provocación, reconoce la autoridad presidencial
bolivariana y pide de manera diplomática, cosas que están alcance de un
gobierno que anhela tranzar la paz con la burguesía. Fácilmente el gobierno
podría instalar una comisión mixta de investigación judicial de los hechos del
12 de febrero, liberar a los pocos estudiantes que aún no han liberado (apenas
14), garantizar de palabra el derecho a la protesta y avanzar en la infecunda y
desatinada: Ley Desarme, para terminar de echar por tierra la idea
revolucionaria del “pueblo en armas”, las “milicias obreras” o a quien quiera
defenderse del hampa común con una arma legalmente registrada. Lo que pide
Leopoldo le cae como anillo al dedo al gobierno, los problemas son de forma, no
de fondo. El gobierno decidirá si apresa a Leopoldo y lo convierte en mártir
temporal, afirmando su autoridad estatal; o si exime a Leopoldo de sus
responsabilidades y le da otro impulso a la impunidad de la ultraderecha.
VII
La gravísima
situación económica y la pelea por la renta petrolera
La
inexistente “guerra económica” y la negación a entender de forma práctica los
problemas económicos, empuja al gobierno en la senda de un infructuoso diálogo
con quienes lo quieren derrocar. El gobierno cree aún en la fantasía de un
empresario patriótico que renuncie a las ganancias extraordinarias que puede
captar a través de la importación fraudulenta y la especulación con las
divisas. Desgraciadamente el chavismo no imagina un país sin que los
capitalistas se apropien del 70% del PIB privado y exploten masivamente a la
fuerza de trabajo: 400 mil capitalistas apropian un 60% del PIB, en detrimento
de más de 13 millones de trabajadores que sólo captan un 40%. El chavismo no
cree posible una realidad sin empresarios que importen mercancías de manera
fraudulenta (el empresariado privado, desde el control de cambio (2003) ha
importado 317 mil millones de dólares, más tres Planes Marshall, y el resultado
de ello es una escasez tremenda y una pésima calidad de las mismas). En fin, el
chavismo sueña con un capitalista razonable y amoroso que obviamente no existe.
Con él quiere negociar, aunque la acción normal de estos capitalistas, es
decir, su proceso de acumulación de capital, hunda al país en la miseria.
De nuevo, la
devaluación, la inflación, la caída del salario y la escasez denotan la
dificultad de seguir con una situación en la cual la burguesía teniendo el
grueso del poder económico, impulsa un feroz vaciamiento de capitales:
Venezuela ha sufrido una fuga de capitales (en el período de control de cambio)
de alrededor de 150 mil millones de dólares, un equivalente aproximado de 43 %
del PIB del año 2010[xiv], una verdadera ruina. Este saqueo de capital, impulsa
la desvalorización de la moneda local y un afianzamiento de las cotizaciones
especulativas del llamado dólar paralelo, que se vende 15 veces más caro que el
dólar oficial. Dicho dólar es el que utilizan TODOS los comerciantes para fijar
los precios de sus mercancías, con excepción de los pocos productos regulados.
Los que reciben dólares oficiales no tienen ningún incentivo de traer
mercancías al país, porque prefieren desviar esas compras y apropiarse
ilegalmente los dólares que próximamente venderán con una ganancia del 1500%
(libre de impuesto) en el mercado paralelo. Eso causa escasez, subida de
precios, caída en la calidad de los bienes y servicios y todos los problemas
que erróneamente se le endilgan a una fementida “guerra económica”. Así las
cosas, los problemas arrecian y las soluciones pacíficas e intermedias del
gobierno… naufragan.
Protestas
legítimas, propuestas revolucionarias a la crisis y perspectivas obreras
anticapitalistas
Uno de los
problemas más grave de la ola de protestas ultraderechistas, es que le da pie
al sector más antiobrero del gobierno, para afirmar el batiburrillo: “Toda
protesta es antirrevolucionaria y colabora con el imperialismo.” Dicha artimaña
ruin, tergiversa toda iniciativa autónoma de reclamos válidos por los
explotados respecto a sus salarios, despidos, o arremetida patronal, que
necesariamente deben ser llevados a los niveles de protesta en las calles[xv].
Esa jugarreta trata de hacer pasar cualquier reclamo obrero, como
pretendidamente golpista o hecho en un momento equivocado. El proletariado
consciente no debe dejar arrastrarse en esa ciénaga de oportunismo y debe salir
a la calle a plantear medidas radicales que precisamente sirvan para minar el
poder económico de la clase explotadora, que la centralidad del gobierno ansía
mantener intacto.
La
clase obrera debe buscar salida a las necesidades de expresión de su programa
revolucionario, y denunciar los acuerdos de conciliación de clases con el
empresariado, que merman las condiciones de vida que quienes dejan el pellejo
en el laburo. La clase obrera no puede ceder, ni hacer ningún tipo de
“sacrificios” para que el gobierno pacté o negocie con la clase capitalista, en
este momento tiene que ir a la ofensiva y luchar por un programa alternativo a
un posible plan de ajuste neoliberal, que destruya su salario y la empobrezca.
En ese sentido, la marcha del miércoles de la Federación de Trabajadores
Automotrices (FUTAAC), que lucha por la defensa de sus puestos de trabajo, su
salario y sus convenciones colectivas, debe ser apoyada por toda la izquierda,
y debe ser entendida como el auténtico OPUESTO a la barbarie ridícula de la
ultraderecha y sus motines.
Medidas
como: auditar y suspender el pago de la deuda externa e interna, nacionalizar
el comercio exterior, la estatización de la banca y otras de corte radical, son
las propuestas que (entre otras) debemos anteponer ante cualquier intento por
desmejorar nuestras condiciones de vida, para salvaguardar la ganancia de un
puñado de parásitos.
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