La severa crisis que
enfrenta Estados Unidos a solo dos semanas del debate sobre el aumento del
techo de la deuda, que podría ser dramático para la economía, ha encendido el
alerta roja en diversos lugares del mundo. Hoy presentamos el artículo
publicado en la carta semanal, del partido obrero independiente socialista de España
sección de la cuarta internacional
Desde el pasado 1 de octubre, el gobierno federal de los Estados Unidos
no dispone de financiación para sus gastos, y la inmensa mayoría de los
servicios y edificios oficiales han cerrado sus puertas. Parques Nacionales,
museos, oficinas administrativas… incluso –lo que es un hecho más que
simbólico– la Estatua de la Libertad se ha cerrado a los visitantes. Cientos de
miles de empleados de servicios “no esenciales” han sido enviados a sus casas,
en paro técnico, sin derecho a cobrar sus salarios ni a subsidio de desempleo.
Las fuerzas armadas y las de seguridad figuran entre los sectores considerados
“esenciales”, y no han sido, por tanto, afectadas.
¿Por qué el gobierno de la nación más poderosa del planeta se encuentra
en esa situación? El motivo es que el Congreso (formado por dos cámaras, la
Cámara de Representantes y el Senado) no ha conseguido un acuerdo para aprobar
los presupuestos federales. Los congresistas del Partido Republicano –que
tienen la mayoría en la Cámara de Representantes– han propuesto adoptar un mini
presupuesto para hacer frente a los gastos corrientes hasta el mes de
diciembre, a condición de que la reforma sanitaria Obama, que debía
entrar en vigor a partir del 1 de enero de 2014, sea atrasada al menos un año.
En esta decisión de los republicanos han pesado decisivamente los 40
congresistas del Tea Party, extrema derecha del Partido Republicano, que
rechazan absolutamente esa reforma sanitaria. Pero el Senado (en el que el
Partido Demócrata tiene la mayoría) se ha negado a aceptar esta propuesta, que
ha calificado de “chantaje”.
Aunque se llegara a un acuerdo en el Senado, el presupuesto debería
contar con la aprobación del Presidente Obama, que vería como su reforma
sanitaria –una de las pocas cosas de sus programa que, aunque muy descafeinada,
sigue en pie– se veía paralizada, con grave riesgo de ser eliminada
definitivamente. Por eso, Obama ha declarado que no está dispuesto a “negociar
con un revólver apuntando a la sien del pueblo norteamericano”. A lo que,
el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, ha
respondido haciendo referencia al anuncio de que Obama se va entrevistar con el
recién elegido presidente de Irán, Hasan Rohaní, que “el presidente de los
Estados Unidos, que habla con todos los terroristas de la tierra, no quiere
dialogar con los representantes del pueblo norteamericano”.
Ahora bien, los analistas explican que esta paralización de la
Administración federal USA va a tener importantes consecuencias económicas,
tanto en los propios Estados Unidos como a escala mundial, y anuncian un grave
problema en el horizonte: un posible desacuerdo en noviembre sobre el
incremento de los límites de endeudamiento de los Estados Unidos, que llevaría
a esta país a la suspensión de pagos de su deuda y a la economía mundial a un
torbellino de consecuencias imprevisibles. Hay que recordar que la deuda
pública de los Estados Unidos es en la actualidad de más de 13 billones de
euros, que equivalen al 107% de su PIB.
¿Es para tanto la reforma sanitaria de Obama?
Los extremistas del Tea Party la presentan como la “socialización de la
medicina”, pero en realidad la reforma de Obama sólo establece el aseguramiento
sanitario obligatorio con pólizas suscritas con empresas privadas, para dar
cobertura sanitaria a los 30 millones de estadounidenses (un 15% de la
población) que no tienen seguro médico. Se trata sobre todo de trabajadores
asalariados con bajos salarios y de pequeños autónomos, ya que el resto de la
población tiene ya algún tipo de asistencia sanitaria, bien porque es pagada
por sus empresas, bien porque es cubierta por el Gobierno, mediante dos
programas, Medicaid para los más pobres y Medicare para jubilados.
Aún así, el gasto sanitario de los Estados Unidos alcanza el 17,6% de
la renta nacional. Un porcentaje que supone el doble del gasto sanitario
medio en los países desarrollados y un 50% más de lo que gastan países europeos
como Suiza o Noruega. Y aún así, la mayoría de seguros excluye muchas
enfermedades y tratamientos. A los 40 millones sin seguro hay que añadir 80
millones con una cobertura insuficiente para sus necesidades de salud, lo que
hace que padecer una enfermedad grave, como un cáncer, sea la principal causa
de ruina de las familias de ese país (más de un millón de familias al año)
Lo que reclamaban los sindicatos de los Estados Unidos –y lo que
prometió Obama– era otra cosa, un sistema de aseguramiento sanitario universal
a cargo del Estado. Un sistema de “single payer”, es decir, basado en el
salario diferido y que funcione por reparto. Esa posición fue la adoptada por
el congreso de la AFL-CIO de 2009. Pero la presión de las grandes aseguradoras
llevó a este descafeinado y privatizado Obamacare.
¿Qué va a pasar?
Algunos “expertos” tratan de tranquilizarnos recordando que los Estados
Unidos ya conocieron una situación igual hace dieciocho años, en 1995, y que,
entonces, al cabo de quince días de paralización de la Administración, se
alcanzó un acuerdo… pero esas afirmaciones tranquilizadoras pasan por encima de
lo esencial. Sin duda alguna, se llegará a un compromiso, bajo la forma que
sea, para que el aparato del Estado vuelva a funcionar: el Estado, la máquina
de dominación de la clase dominante, no será “despedido”. Pero la crisis
presupuestaria no es sino el revelador de una crisis política sin precedentes
que desgarra a la clase dominante y desorganiza hasta un punto difícilmente
controlable a su representación política.
Esta crisis tiene sus raíces profundas en la parálisis del sistema
capitalista a escala mundial, que se manifiesta, naturalmente, en los Estados
Unidos, que ocupan el papel de garantes del mantenimiento de todo el sistema
por todos los medios. Por tanto, es, en tal sentido, la crisis de la dominación
a escala mundial del imperialismo norteamericano. Recordemos que la crisis presupuestaria
sigue al fracaso de la tentativa de atacar a Siria, ante la falta de apoyos
dentro y fuera de los Estados Unidods para esa acción militar.
Por tanto, no es la reforma de Obama, calificada por el Financial
Times del 1 de octubre de “reforma conservadora”, lo que está en
cuestión, sino la incapacidad del gobierno Obama de hacer frente
a esta crisis mundial y de solucionar los problemas que surgen de la acción de
los trabajadores y del pueblo norteamericanos, lo que explica el
desencadenamiento de la acción del Partido Republicano.
A este respecto, es interesante tener en cuenta lo sucedido en el
congreso de la AFL-CIO, principal sindicato de los Estados Unidos, un congreso
marcado en gran medida por los esfuerzos de la dirección –que apoya a Obama– por
evitar que fueran discutidas cuestiones que pudieran enfrentar al movimiento
sindical con la política de Obama, como la guerra… o la reforma sanitaria.
Precisamente en esta cuestión, los dirigentes tuvieron un importante tropiezo.
Muchos delegados habían planteado la cuestión de la derogación del Obamacare,
al constatar que los patronos se apoyaban en la generalización de la
obligación de recurrir a seguros privados para poner en cuestión los sistemas
de protección sanitaria garantizados por los convenios colectivos a nivel de
empresas o sectores productivos.
Un sindicato de trabajadores de la construcción y otro de la
electricidad, en particular, insistieron para que ese debate se llevara a cabo.
La dirección saliente hubo de reunirse hasta las dos de la mañana, pero los
delgados que habían demandado que este asunto figurara en el orden del día se
negaron a ceder y declararon que, si el debate no se efectuaba, abandonarían el
congreso. Finalmente, para evitar una confrontación de consecuencias imprevisibles,
la dirección ofreció una solución de compromiso.
Se presentó ante el congreso una resolución (n.° 54), que fue aprobada,
en la que se retomaba como reivindicación central y como objetivo del
movimiento sindical la creación de un sistema de protección de la salud basado
en el salario diferido. Tal resolución añade: “como un paso en esta vía,
deben llevarse a cabo modificaciones en la reforma sanitaria actual, que
impidan que los patronos la aprovechen para poner en cuestión las conquistas
obtenidas por la lucha de los trabajadores y de sus sindicatos en diferentes
sectores”
Relaciones de la AFL-CIO y el Partido Demócrata
Lo que ha ocurrido en este Congreso es de una gran importancia para la
clase obrera norteamericana, una de las más numerosas del mundo
Tradicionalmente el Partido Demócrata (representante del gran capital
norteamericano junto con el Partido Republicano) ejerce una influencia
determinante en la dirección de la AFL-CIO.
La ruptura de esta subordinación política es una cuestión esencial para
que la clase obrera norteamericana recupere el control de sus sindicatos, y a
la vez es un trampolín para que los trabajadores y sindicatos norteamericanos
construyan su propia representación política.
El enfrentamiento en este Congreso entre una buena parte de los
delegados y las directrices provenientes de Obama allana el camino para avanzar
en la construcción de un verdadero partido laborista independiente de los
partidos de la burguesía.
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PURO REFORMISMO , ESTE ARTICULO......
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